Tribuna

Estar enamoradas – Estar enamorados

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Toda vocación para concretarse y realizarse en plenitud requiere de los sujetos que la portan, amar, es decir, en definitiva, estar enamorado de la vida y de aquello que la suscita a esa vida y le permite crecer. Y esto se transforma en misión en todo ser humano. Algunos concretan su misión y emerge la plenitud; otros malogran esa misión y germina la frustración.



La experiencia de enamoramiento constituye, en nuestro caso, la consagración. Este vivir enamorada o enamorado está en el corazón de nuestra vocación consagrada. En el experimentar la vivencia de estar enamorados radica la posibilidad de la fidelidad y es la ausencia de esta experiencia la razón de toda infidelidad sostenida. Solamente si hay amor profundo y verdadero a Jesús y su invitación podemos ir superando, en el camino de nuestra vida, nuestras infidelidades y aceptando con humildad nuestras fragilidades, haciendo descansar nuestras vidas en Él. Estar enamorado de Jesús y su proyecto de vida, sostiene nuestro crecimiento en fidelidad, que implica todo el tiempo de nuestra existencia aquí y nos permite en este largo camino, levantarnos después de cada caída y abrir a los demás nuestra experiencia de vida, con sencillez.

Autoreferencialidad

Cuando no hemos captado su propuesta, cuando no comprendemos su invitación a seguirlo, vivimos perdidos de muchos senderos oscuros: luchas de poder y búsqueda de auto-referencialidad; actitudes egoístas, cultivo de desencuentros; indiferencia ante el dolor ajeno; vanidades múltiples; complicaciones innecesarias; cegueras varias; incomprensiones sistemáticas y casi automáticas; que es lo mismo que decir ausencia de humildad, de caridad y no vivencia de la pobreza evangélica. En concreto, si no amamos, vivimos enroscados en nosotros mismos. Cuando estamos enamorados, vivimos desde la hondura de nuestro ser, comprendiendo, desde la experiencia de los propios límites, a los demás en el padecimiento de sus límites.

Para vivir enamorados y no solamente estar enamorados en algunos instantes, es necesario entrar en lo más profundo del propio ser, saber quiénes somos, conocerse; sanar la propia historia, dejarse transformar por el Espíritu, y tener los pies anclados en la realidad. Es necesario conocernos, conocer quién soy y todo lo que en mí obstaculiza el enamoramiento profundo, la apertura a toda realidad, localizar que es lo que en mí obstaculiza la aceptación de lo distinto en cuanto distinto, para luego poder sanar y en paz y armonía poner decididamente toda mi vida en servicio del bien realizable. El estar enamorado centra la persona, unifica, orienta todas sus energías, armoniza y le da dirección saludable a todas sus búsquedas.

El amor devuelve al enamorado constantemente al horizonte de la entrega. No permite que la realidad lo asfixie, por dura que sea, porque el amor capacita para  la búsqueda de alternativas con insistencia. El amor hace que la renuncia se sienta, pero no lastime a la persona. El amor permite que comprendamos con más profundidad y sin prejuicios. El amor nos hace pacientes, es decir capaces de padecer los acontecimientos, sin perder la alegría y sin desgaste inútil de las energías. Es el amor el que permite ser discípula-discípulo, es decir aprender de Jesús y seguir a Jesús.

El estar enamorado de Jesús, en el caso de la vocación de especial consagración, es lo que posibilita ir aprendiendo a ayunar: ayunar de mi misma; ayunar de mis búsquedas egoístas; ayunar de juicios innecesarios o de juicios incorrectos; ayunar del odio al enemigo y a lo diferente; ayunar de tener una vida teórica, sin práctica concreta de evangelio en ella; ayunar de incoherencias, tanto internas-íntimas, como explícitas; ayunar de todo lo que dañe al bien común; ayunar de todo lo que hiera la justicia. El estar enamorados, el amar de verdad, nos permite ayunar de todo lo que empañe u oscurezca la vivencia esponsal con Jesús y nos dispone para que Jesús, suavemente, nos abra los ojos a la realidad para mirarla como Él la mira y para gastar nuestras energías en colaborar en la búsqueda de transformarla.

El amor nos dinamiza, nos ubica ‘en salida’ hacia el servicio. Nos mueve a obrar más allá de la ley y de la oficialidad.

Ponemos en común estos pensamientos únicamente con la intención de alimentar el diálogo, con nosotros mismos y con los demás. Es simplemente una manera de comprender la vida consagrada, de comprender la vida de especial consagración a las propuestas de Jesús.

Liliana Badaloni, OP