Tribuna

Escolástica, una mujer distinguida

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Para las benedictinas (monjas, religiosas y seglares, todas “caminamos juntas”) el 10 de febrero es un día solemne. Celebramos a Escolástica, una mujer medieval, espiritual, de quien conocemos lo que de ella escribió el papa Gregorio Magno, concretamente, en el capítulo 33 y 34 del ‘Segundo Libro de los Diálogos’.



Gregorio Magno, antes que Papa (590-604), había sido monje. La situación que se encontró como obispo de Roma era devastadora. Él mismo la describe así: “Las ciudades están despobladas, los burgos atropellados, las iglesias incendiadas, los monasterios de hombres y de mujeres destruidos, las propiedades vaciadas de sus ocupantes y la tierra abandonada, sin nadie que la cultive” (‘Diálogos’ III, 38, 3). Alrededor del año 593 escribe los cuatro libros de los ‘Diálogos’, una obra muy singular, narrativa, popular. Con ella quiere llegar a todos y responder a la necesidad esencial de levantar el ánimo e interpelar al escepticismo desde la fe, (también quiere tener palabras para tantos como han fallecido en condiciones inhumanas debido a la epidemia de peste. A ello dedica íntegramente el libro IV de los ‘Diálogos’, el más argumentativo), y sobre todo, quiere otorgar un sentido a lo en aquel “mundo” y aquel “hoy” la existencia estaba deparando. Inspirado en su sabiduría monástica y combinándola con su experiencia diplomática, de un lado, gestiona la atención material a las víctimas y de otro, predica desde la Palabra y da a conocer aquellas figuras a quienes, por referencia, admira. Es el caso de Benito y Escolástica.

De los cuatro, el ‘Segundo Libro de los Diálogos’ recoge en 38 relatos breves la ‘Vida de San Benito’, hermano gemelo de Escolástica (480-547). Ambos hermanos desarrollaron sus respectivas identidades creyentes en monasterios relativamente próximos. Cada relato de los 38, constituye un capítulo. Escolástica solo aparece en dos ocasiones, en el capítulo 33 y en el 34. Para referirnos a ella solemos reparar, fundamentalmente, en el capítulo 33. Es un relato un poquito más largo, que personifica en esta mujer, rasgos de sabiduría para la vida de todos. Escolástica, quizás, intuyendo el fin de su vida terrenal, fue a despedirse de su hermano. Y hablando de las alegrías que el estilo de vida asumido les había reportado, desea prolongar el diálogo. Seguramente, él lo consideró un capricho contra el deber. Ella no discutió la negativa de Benito. Silenciosa y simplemente, rezó. Su oración fueron sus lágrimas. A las que Dios respondió en tal modo, que la conversación entre ambos hermanos se prolongó. El papa narrador concluye “que pudo más quien más amó, porque Dios es amor”.

Pero yo más bien quería aludir hoy al capítulo 34. Incluso lo voy a reproducir a continuación:

  1. “Y al retirarse al día siguiente la venerable mujer a su propia abadía, el hombre de Dios volvió al monasterio. Cuando hete aquí que a los tres días, estando él en la celda, alzando los ojos a las regiones celestes vio cómo el alma de su hermana, tras salir de su cuerpo, penetraba en forma de paloma en los misterios del Cielo. Y él, congratulándose de la gloria tan grande de su hermana, en medio de himnos y alabanzas, dio gracias a Dios todopoderoso y anunció a los hermanos su muerte”.

  2. “Y los envió inmediatamente también para que trajeran su cuerpo al monasterio y lo sepultaran en el sepulcro que él tenia preparado para sí. Y así sucedió que ni siquiera la sepultura pudo separar los cuerpos de aquellos dos hermanos cuyo espíritu siempre había sido uno solo en Dios”.

En forma de paloma

Tres días después de haber estado Benito dialogando presencialmente con su hermana, vio que el alma de ella, en forma de paloma, ‘penetraba los misterios del Cielo’. Esos misterios los había descrito el monje Benito en su Regla en el capítulo 4, v. 75-78, y, a su vez, los había contemplado en la primera carta a los Corintios 2,9: “Lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni al hombre se le ocurrió pensar que Dios podía tenerlo preparado para los que lo aman”. ¿Qué nos tiene Dios preparado por amarlo y porque nos ama? ¿Qué paraíso estaba alcanzando a ver aquel contemplativo, que era Benito, en Escolástica y en el lugar donde ella se adentraba? Estaba viendo el interior de su hermana. Solo los contemplativos ven el fondo de las personas, la raíz de su amor. En dos ocasiones, únicamente, aparece la visión del interior de una persona en forma de paloma en los ‘Diálogos’ de San Gregorio. Esta que acabamos de referir de Escolástica, y en el libro IV, cap. 11, cuando se relata “la salida del cuerpo del alma del abad Espes”; allí, incluso, se aclara algo más: “Y debemos pensar que su alma se mostró en forma de paloma por lo siguiente, para que a partir precisamente de dicha forma Dios todopoderoso hiciera ver con cuánta sencillez de corazón le había servido aquel varón”.

‘Sed sencillos como palomas’ (Mt 10:16)… parece ser mucho más apropiado a algunas personas que ser ‘astutos como serpientes’. Y pareciera, también, que a la ‘sencillez’, más que al Espíritu mostrándose en el espíritu de Escolástica (¡tantas veces se ha intercalado la cita Lc 3, 22 en algunas ediciones de este capítulo 34, del libro II!), se está refiriendo el papa hagiógrafo, para que imploremos la ‘sencillez’ como nuestra imagen especular. También había referido san Gregorio Magno en el libro IV de los ‘Diálogos’, cap. 17 (y en las ‘Homilías sobre los Evangelios’ 38, 15) la muerte de su tía Társila, monja. No se ve ‘paloma’ alguna en este caso. Aunque Társila era persona de “oración asidua, vigilante compunción, abstinencia singular y gravedad de vida”… No obstante, la ‘venerable’ tía de Gregorio, con las mismas virtudes exteriores que la ‘venerable’ hermana de Benito: ‘oración y lágrimas’… pareciera diferir de Escolástica, pues Gregorio relata que a Társila, “por su costumbre de orar largamente, le había crecido, en los codos y las rodillas, piel como la de los camellos”. ¡Qué diversa la alusión al modo de orar de Escolástica “entrelazando los dedos de las manos sobre la mesa e inclinando la cabeza”, como dice textualmente el capítulo 33! Aquí no hay callosidades voluntaristas en la piel, más bien se nos muestra un estilo, un modo de estar. Su distinción es precisamente su sencillez.

¿Es una digresión que acuda a mi mente una frase de Coco Chanel?: ‘Lo sencillo es elegante; lo simple prescindible’. Al lado de una persona sencilla siempre queremos estar; al lado de una persona simple, sin embargo, nos aburrimos. Lo sencillo puede lidiar con y contra la complejidad; lo simple se queda quieto, no hay dinamismo ni creatividad en lo simple. Hace días el cardenal Tobin decía “mi definición favorita de herejía es negarse a lidiar con la complejidad”. ¿No es la sencillez quien –sin saberlo– combate la complejidad? De la sencillez dimana la paz, se abre paso lento y firme entre la complejidad de nuestro mundo, entre sus tensiones, entre las dificultades de su pluralidad dialéctica. Este nuevo mundo al que se le han caído las certezas… ¿no estará en manos de personas sencillas?, esas que recurren al diálogo con Dios, que nunca le olvidan, esas de las que habla Mt 11, 25-27 y que Benito vio transparentarse plenamente en Escolástica, una vez consumada su vida terrena, procurándole una alegría que lo conectó con la felicidad y el himno.

Escolástica de Nursia

La lógica que esta paradoja esconde, es que la sencillez de corazón, arriesga, confía y ora. Las personas sencillas dimanan belleza moral, expresada en un modo de mirar y escuchar, de guardar silencio o hablar. Aunque no muestren elocuencia, no aparezcan en redes, ni se las mencione. Cumplen bien con su deber sin darle importancia, permanecen en un discreto segundo plano, no rehúyen ayudar a los demás ni entregarse a causas nobles, se mantienen alejadas de las formas agresivas, son personas que no alzan muros contra lo que precisan integrar o regar en sus personalidades… Pero antes, lo he observado muchas veces, y no podía ser menos en Escolástica, una persona sencilla, reza. San Benito lo recuerda también en su Regla: “Ante todo pídele con una oración muy constante que lleve a su término toda obra buena que comiences” (RB Pr 4). La persona sencilla reza amando aquello que más quiere y a quienes más quiere. Y reza de un modo, que tarde o temprano, nos deja a los demás aplaudiendo agradecidos, como le ocurrió a Benito, de quien dice Gregorio que se ‘llenó de alabanzas’. Aunque después, a algunos se nos olvide… con el mismo peligro de olvidarnos de Dios. Al lado de una persona sencilla nunca nos sentimos humillados. Al lado de una persona sencilla, lo decía antes, siempre queremos estar. Benito –después de haber querido que su hermana se marcharse pensando en la “exterioridad” de unas leyes–, pidió estar junto a ella para toda la eternidad, rogando a sus hermanos monjes que los enterrasen juntos.

¿Quién conoce a Escolástica hoy en día? ¿Quién sabe de los escritos del papa Gregorio Magno a pesar de su apelativo “Magno”, Grande? Y sin embargo…

En Navidad leí una novela de Kazuo Ishiguro (‘Klara y el sol’) y vi una película animada de Disney (‘Encanto’) que me dejaron pensando cómo actualmente la ‘sencillez y la oración’ vuelven a entrar en prensa. Fueron una manera de animarme a hablar de estos personajes monásticos, de esta benedictina, por la que tal vez alguien se mueva a interesar. Cuando terminé de leer la novela de Ishiguro saqué una conclusión: ‘Lo que suscita amor de mí en los demás, en realidad no está en mí, sino en el corazón de aquellos que me aman’. Y sé que Escolástica sigue suscitando amor, en quienes la amamos, acaso porque ella impide que nos olvidemos de Dios y que, ante Él, tampoco nos olvidemos de ti, ni de nuestro complicado mundo.