Tribuna

El sacerdocio cósmico del rehabilitado Ernesto Cardenal

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Pocos vídeos me han conmovido tanto: en el lecho del dolor, un Ernesto Cardenal casi agonizante concelebra su primera última misa tras conocer la rehabilitación de la suspensión ‘a divinis’ que le impuso Juan Pablo II por su participación como ministro de Cultura en el gobierno sandinista. Hoy los tiempos han cambiado. Ni la Iglesia con Francisco es lo que era, ni el sandinismo con un Daniel Ortega sanguinario se asemeja a aquella ilusionante revolución de los pobres.

Recuerdo cuando llegó a la redacción de Vida Nueva “la foto del escándalo”. El sacerdote poeta recibía, de rodillas y con una sonrisa, la reprimenda del Papa, dedo en ristre: “Debe usted arreglar su situación en la Iglesia”. Nadie puede negar que aquella misa fuera manipulada. Algunos hablaron de “provocación blasfema” y de “explotación política” de la visita. Fruto de aquella encerrona fue la suspensión de los ministros sandinistas que también eran sacerdotes, como Miguel de Escoto, Fernando Cardenal –hoy fallecidos– y el propio Ernesto, que al cabo de los años denunció públicamente el pisoteo de los derechos humanos de la actual dictadura de Ortega.

Ernesto Cardenal bendice desde su cama del hospital, en Managua, al obispo auxiliar de esa archidiócesis, Silvio José Báez, tras ser rehabilitado el exministro sandinista de su supensión a divinis como sacerdote por Juan Pablo II. Fecha: febrero 2019

El nuncio en Nicaragua, Stanislaw Waldemar Sommertag, se adelantaba estos días in extremis a comunicar personalmente su rehabilitación al poeta místico, internado en un hospital a sus 94 años, y se ofrecía a concelebrar con él su primera misa en 35 años. De igual forma, el obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez, se acercó al hospital, se postró ante su cama y le dijo: “Le pido su bendición como sacerdote de la Iglesia católica”. Finalmente, el lunes 19, el nuncio hacía público un comunicado dando cuenta de la absolución concedida por el papa Francisco “de todas las censuras canónicas impuestas” y haciendo costar la obediencia prestada hasta hoy por el sacerdote, “sin llevar a cabo ninguna actividad pastoral”.

Hoy todo el mundo reconoce a Cardenal como un enorme poeta, como atestiguan una docena de premios internacionales, su repetida candidatura al Nobel y, sobe todo, su obra cumbre: ‘Cántico Cósmico’. Pero casi nadie conoce su trayectoria espiritual y su cualidad de místico de nuestro tiempo. Nacido en Granada (Nicaragua) en 1925, renuncia durante la dictadura de Somoza a una juventud bohemia y burguesa. Pronto cambió los burdeles de París y las novias más hermosas por la vida contemplativa. Percibió una señal de Dios en una alergia física que se le reproducía hasta con un beso. El hecho es que se instaló en el monasterio de Gethsemani, en Kentucky, al lado de su maestro Thomas Merton. Tenía 32 años, era poeta, escultor y licenciado en Filosofía y Letras, y había pasado largas temporadas en Nueva York y Europa. Así, del poeta nació el místico con raíces en san Juan de la Cruz, el Maestro Eckhart y Teilhard de Chardin.

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