Tribuna

“El que arriesga su vida en el mar no invade, busca justicia y dignidad”

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El domingo tuve el honor de participar en la celebración de la eucaristía en recuerdo de las personas que han perdido su vida en busca de un futuro lejos de su hogar. La comunidad de sant´Egidio se sumaba a la celebración del día de reflexión y oración por la migración en la Iglesia con un lema significativo: “Morir de Esperanza”. Presidió don José Cobo, el cardenal arzobispo de Madrid. Llegué temprano al templo de la parroquia de Ntra. Sra. de las Maravillas y tuve que tomar asiento en el último banco porque la gente ya estaba allí con mucha anterioridad tal como me habían avisado.



Una vez más la comunidad cristiana se siente llamada de un modo especial a estos gestos significativos y sacramentales. Los asistentes eran de una variedad notable, mayores, jóvenes, latinos, africanos, europeos, laicos, sacerdotes, religiosas y religiosos. Los cantos del coro de la comunidad de Sant’Egidio y coro “Karibu” nos hicieron vibrar en los momentos propios eucarísticos. Solemnidad profunda en el momento de memento al comenzar la celebración, al ir nombrando a los 4323 migrantes que han perecido en la esperanza de buscar vida digna y justa para ellos y los suyos. De un modo simbólico se hicieron presentes en una letanía del atlántico y del mediterráneo, de las distintas fronteras y muros, de los siniestros y ahogos, el silencio y la petición de perdón, mezclados con el grito de los que vieron truncadas sus vidas.

El grito de los que no están

Especial momento para lo que murieron en el mayor de los anonimatos en esa lista que sólo conoce el corazón de Dios y que sigue gritando para iluminar nuestras conciencias. Allí se fundieron el grito de los que no están, hecho palabra de Dios, y el silencio de los creyentes, que queriendo salir de la indolencia y la indiferencia, pedíamos perdón de corazón ante ellos.

El arzobispo, con la sencillez de un pastor cercano al pueblo, presidió de corazón y vinculado a la comunidad. Se abrió a esta celebración significativa y comulgó con todo lo que se iba realizando con dinamismo y profundidad al mismo tiempo. En el momento de la homilía compartió a la luz de la Palabra las claves fundamentales de los planes de Dios, de la vida adaptada al Evangelio de Jesucristo y de la invitación del Padre a trabajar en la vida de lo humano por el denario de lo digno y de lo justo.

LAMPEDUSA (ITALIA), 16/09/2023.- El buque Geo Barents, de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF),

El buque Geo Barents, de la ONG Médicos Sin Fronteras, rescata a un grupo de migrantes en el Mediterráneo. EFE/MSF/Stefan Pejovic

Situado en el contexto y el motivo de la migración y el recuerdo vivo de los mártires de la esperanza. Iluminó la reflexión con claves directas y fundamentales para una Iglesia y unos cristianos que buscan serlo de verdad en medio del mundo y la realidad que nos toca vivir.

Hago eco de aquellas ideas que con sencillez marcaron su reflexión homilética:

  • Estamos en la cultura del éxito que se logra en la individualidad, configurada por la indiferencia y la indolencia ante los otros. Por eso la violencia y los muertos ya no nos duelen, vivimos como si no ocurriera. Pero estamos aquí porque Dios no es así, somos en esta asamblea celebrativa una representación de la Iglesia que es consciente de que Dios no está fuera o ausente de esta realidad, el está en la vida de cada día, en los acontecimientos de la historia que los oye, los ve y le duelen. En medio de esta historia él nos quiere salvar con una lógica distinta a la del mundo, por eso nos avisa de que sus caminos no son nuestros caminos, ni su plan nuestro plan. El modo de mirar y salvar, curar y liberar de Dios va por otras sendas.
  • Este plan de Dios es una buena noticia para los que se han quedado fuera y nadie les contrata en la vida. Lo es para los ahogados de la historia, los masacrados que se han quedado sin voz. Por eso hoy reconocemos que en el camino de la salvación están en el corazón del Padre, con nombre y vida para siempre. Nombrarlos hoy aquí es reconocerlos en la victoria del cordero degollado y escuchar la voz de Dios en su morir que nos pide despertar y sentir con los sentimientos de Cristo.
  • Hay una mentalidad propia de Dios que no es de la economía del dinero, del éxito de la seguridad. El pensar y el sentir de lo humano que pone como centro a la persona y que considera que el que busca con hambre y sed la justicia para sus hijos, para su familia, ese es querido por Dios valorado para el reino. Sólo desde esta mentalidad saldremos del juicio de los primeros que no entendieron el denario de los digno y de lo justo.
  • La realidad de Madrid y de Europa, nos muestra que la migración se ha quedado, está aquí, es parte de nuestra sociedad. Por eso el gesto  celebrativo de esta tarde atiende por una parte a ser la voz de los que ya no la tienen, lo que se han quebrado viviendo-muriendo en la esperanza, los que han sido manipulados y violentados por intereses y mafias injustas y corruptas. Pero también es una llamada a todos, sin excepción, para implicarnos en la viña del Señor, enfrentándonos juntos ante la injusticia y la desigualdad. Jesús sale todos los días a la plaza a la calle para buscar trabajadores del Reino. Aquí no están los que trabajan sólo por el salario, representáis a los que han encontrado el tesoro del reino y de lo humano, los de corazón universal y fraterno. Dios quiere que cultivemos la tierra, sin excepción y nos llama a todos, a todos, a todos, para que sea la casa común.
  • Estamos llamados a vencer la tentación pensar que nuestro trabajo no tiene éxito, ni reconocimiento, aunque no se vea, hemos de ser conscientes que en él recibimos el amor de Dios, en este quehacer de fraternidad, nos reconocemos como hijos de Dios, nuevo rostro de Iglesia. Nueva esperanza para el mundo
  • El papa Francisco nos pide escuchar a todos los muertos en este día: sus palabras son claras cuando nos dice que no podemos cerrar corazones ni puertos. El que arriesga su vida en el mar no invade, sino que busca justicia y dignidad, afirma categóricamente. Hay que buscar para que se reconozca el derecho a buscar el lugar para la justicia y una vida digna, tanto en los lugares de origen como en los de destino, y no abandonar a aquellos que están en tránsito. El derecho humano de poder elegir el migrar o el quedarse. Hemos de comprometernos e implicarnos en la lucha por la realización de este derecho en especial para los pobres y sufrientes de la tierra.
  • La Iglesia, cada comunidad cristiana, hemos de estar abiertos para acoger sin distinción a los que llegan. No caigamos en la ceguera de los primeros que juzgaron a los últimos y no entendieron la bondad del Padre, hoy estáis aquí los que estáis tocados por el padre bueno abiertos a todos los hermanos. Todos somos compañeros de trabajo en la viña que el Señor nos da. Todos valemos y todos nos necesitamos, para poder vivir y no tener que morir, frustrados y truncados, de esperanza.