Tribuna

El ‘mea culpa’ en Irlanda por todos los niños perdidos…

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Hemos conocido que en Irlanda murieron 9.000 niños en los orfanatos que acogían, entre otros, a los nacidos de madres solteras. Para la mayoría, la noticia acaba ahí. Pocos llegan a seguir y llegar a saber que eso ocurrió en un período de 76 años del siglo XX y que la cantidad de 9.000 corresponde al 15% de los 57.000 que fueron atendidos en 14 centros. Me gustan las matemáticas y, ya que mis colegas periodistas no se han molestado, hago el cálculo: salen 118 muertos por año, y entre ocho y nueve por orfanato.



El Gobierno y la Iglesia piden perdón. No me parece mal que lo hagan por lo que hicieron los predecesores de los actuales gobernantes en el Estado y en la Iglesia. Solo quiero situar el texto en el contexto. Somos rápidos –y crueles– en juzgar a las generaciones anteriores sin meternos en sus zapatos y aplicándoles criterios y perspectivas actuales.

Empiezo por experiencias personales. Mi abuela, que en gloria esté, parió 12 hijos y cinco murieron antes de los ocho años; eso da un 40% de malogrados. Invito a que cada uno haga el mismo cálculo, si puede, para los nacidos en su familia en la primera mitad del siglo XX. Hay que recordar que no se había inventado la penicilina ni ningún otro antibiótico.

Yo mismo, bebé de meses, salvé el pellejo por los pelos gracias a que el médico de mi pueblo (Vélez-Rubio, en Almería) logró hacer traer, desde Madrid, unas ampollas “de una medicina nueva que acaba de aparecer…, pero que es muy cara”. Era la penicilina; corría el año 1952. Les costó a mis padres un saco de trigo, que era todo el ahorro del año para asegurar el pan, el barbero –al que se le pagaba en arrobas de trigo– y el intercambio con otros productos. ¡Pero me salvó la vida!

Los huérfanos acogidos por Don Bosco

Como párroco en Kenitra (Marruecos), he podido examinar los libros de defunción de la primera mitad del siglo pasado, constatando la enorme cantidad de niños que fallecían en las familias… Y eso sucedía en el protectorado francés y entre los cristianos europeos, cuyo nivel de vida era más alto que el de los españoles e irlandeses de la época.

¡Cómo me gustaría que investigadores con tiempo y posibilidades hicieran un estudio para decirnos qué porcentaje de niños morían antes de los cinco o diez años en Europa entre 1900 y 1950! Intuyo que no debe estar lejos de ese 15% (si es que no lo supera) que ahora escandaliza en relación a los orfanatos.

En el siglo XIX, Don Bosco acogía a huérfanos y niños necesitados en su oratorio; no eran bebés, tenían ya entre ocho y 16 años. Llegó a tener hasta a 600 internos en algún momento. Era desgraciadamente normal que muriesen cada año entre cuatro y ocho muchachos, un porcentaje notablemente menor que el de los que morían en las familias (no de balde, en el oratorio al menos comían tres veces al día y había una enfermería). Y, a pesar de eso, morían muchos.

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