Uno de los pensamientos más impresionantes durante todos los tiempos es el legado de San Juan Eudes: “El corazón de Jesús y María forman un solo corazón”. Es una frase que tiene un gran significado teológico y espiritual, que tiene sus acentos y matices para poder enfocarnos y sacar la mejor interpretación de este legado espiritual, para nosotros hoy.
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Beber de las fuentes
La primera gran fuente que tuvo San Juan Eudes fue en la escuela del cardenal de Pedro de Bérulle, aprendió desde sus inicios a no separar a Jesús de María, ni a María de Jesús, porque es un lector asiduo de la Biblia, en los textos dedicados como el evangelio lucano: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28).
Están muy unidos en su doctrina y la riqueza espiritual de un gran santo en la Iglesia, que ama a María con todo su corazón. María acogió está Buena Noticia, porque Dios la escogió, la preparó y la amo desde el principio. Se ha leído san Francisco de Sales, cuyo “tratado del amor de Dios” está dedicado al amor al corazón de María.
Jesús es el fruto del corazón de María
La espiritualidad agustina y eudista tienen una continuidad que ha maravillado al mundo espiritual, hoy en día ambos son pioneros en decir que María en el misterio de la encarnación, fue principalmente en el corazón de María: “Ella lo ha concebido primero en su corazón, antes que en su vientre; lo ha llevado por espacio de nueve meses en su seno, pero lo ha llevado y llevará eternamente en su corazón, de manera que el Salvador es más fruto de su corazón que de su vientre” (San Juan Eudes, OC VIII, 125).
María, madre de Jesús
La virgen María, permanece próxima al género humano y lo marca san Juan Eudes así: “El Hijo de Dios, habiendo de nacer en la tierra, quiso en su infinita bondad para con nosotros, escoger una madre, hija de Adán, a fin de que la posteridad de Adán fuere honrada de tener una madre de Dios que fuera nuestra hermana.
Por ella, poseemos un tesoro, un Hombre-Dios que es nuestro hermano” (San Juan Eudes, OC V, 442).
María, arca de la nueva Alianza
La virgen María, sella la nueva Alianza del hombre con Dios, ella ocupa su lugar en la historia de la salvación: “Después de que el ángel Gabriel dijo a María estas palabras: “El Señor está contigo”, ella entró en una nueva alianza con el Hijo de Dios, que ha llegado a ser su Hijo, y en una unión tan estrecha que el Hijo y la Madre no tienen más que una misma carne, un mismo espíritu, una misma voluntad” (San Juan Eudes, OC VII, 58).
Así, la virgen María forma un solo corazón con el corazón de Jesús, por eso san Juan Eudes nos dejo en sus escritos ese amor profundo por María: “Que este corazón sagrado de mi queridísima María sea el alma de mi alma y el espíritu de mi espíritu” (San Juan Eudes, OC XII, 164).
Un corazón humilde y sencillo como el de María
“El Señor está en camino con nosotros para ablandar nuestro corazón y solo con un corazón humilde como el de María podemos acercarnos a Dios…El Señor está en camino con su pueblo. Y ¿por qué caminaba con su pueblo, con tanta ternura? Para ablandar nuestro corazón. Explícitamente Él lo dice: ‘Yo haré de tu corazón de piedra un corazón de carne’. Ablandar nuestro corazón para recibir esa promesa que había hecho en el paraíso. Para un hombre ha entrado el pecado, para otro viene la salvación. Y este camino tan largo nos ayudó a otros nosotros a tener un corazón más humano, más cercano a Dios, no tan soberbio, no tan suficiente” (Homilía de S.S. Francisco, 25 de marzo de 2014, en Santa Marta).
Así, canonizar a San Juan Eudes, se ha declarado como Padre, Doctor y Apóstol del culto litúrgico al corazón de Jesús y María, que en su Testamento nos dijo: “Me doy al amor incomprensible por el cual mi Jesús y su buena Madre me han dado su amabilísimo corazón de manera especial; y en unión de ese mismo amor, doy este mismo corazón, como algo que es mío y de lo cual puedo disponer para la gloria de Dios, a la pequeña Congregación de Jesús y de María, para que sea la herencia, el tesoro, el corazón, la vida y la regla de los verdaderos hijos de esta Congregación” (san Juan Eudes, XII, 172).
Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios
