Tribuna

El Arca, Jean Vanier, el trigo y la cizaña

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El lunes 30 de enero, las dos comisiones independientes –una encargada por El Arca y la otra por los dominicos para esclarecer los abusos cometidos por Jean Vanier y los hermanos Philippe– publicaron las conclusiones de sus trabajos. La lectura de estas páginas (más de 1.600 en total) es angustiosa. Revelan la persistencia, durante décadas, de un núcleo sectario con creencias y prácticas místico-eróticas en el seno de la Iglesia. Confirman que el propio Jean Vanier, fundador de El Arca fallecido en 2019, participó en estas actividades. Hábilmente trasladó la guía espiritual de las mujeres que acudían a él a las relaciones sexuales bajo su control.



En el informe encargado por El Arca, se dedica un apartado a la espiritualidad de Jean Vanier, escrito por Gwennola Rimbaut. La teóloga ha releído críticamente muchos de sus libros, que muchos de nosotros hemos leído y disfrutado. Sin embargo, una lectura sistemática y atenta revela un grave escollo que explica en parte los excesos de Jean Vanier: el déficit de alteridad.

Ya no es la Biblia la que habla

Un ejemplo: la relación con la Biblia. Aunque en sus primeros libros Jean Vanier cita explícitamente las Escrituras, las referencias desaparecen más adelante. Sin embargo, lo que escribe parece estar impregnado de la Palabra de Dios. Pero la diversidad –y, por tanto, la armonía– de las Escrituras se honra poco (el Antiguo Testamento se cita raramente). Y cuando evoca pasajes bíblicos, añade elementos o detalles que no están ahí. Ya no es la Biblia la que habla. Ya no es la palabra que viene del Otro que es Dios. La Biblia ya no desempeña su papel de interpelación. Se distorsiona según una interpretación preestablecida. Del mismo modo, el pensamiento de Jean Vanier nunca entra en diálogo con el de los demás cuando comenta las Escrituras. Apenas hay articulación entre fe y razón, entre corazón e inteligencia, entre enfoque personal y eclesial, subraya Gwennola Rimbaut.

Jean Vanier

Esta falta de alteridad también se aprecia en su posicionamiento como guía espiritual y maestro, o en su espiritualidad de comunión, que no ofrece todas las garantías necesarias para preservar la singularidad de los individuos. Todo ello, unido a un innegable carisma personal, explica en parte el comportamiento desviado de Jean Vanier. Sin embargo, El Arca parece haberse preservado de ello. Mientras no se demuestre lo contrario, parece que los discapacitados mentales acogidos allí desde agosto de 1964 no han sido víctimas de malos tratos. Y es que, según la teóloga, este tipo de cuidados introduce de hecho la alteridad: “La de estas personas, cuyo acompañamiento exige rápidamente la adquisición de competencias profesionales; la de los poderes públicos que financian sus cuidados y que, por tanto, imponen marcos jurídicos y ejercen un derecho de control, en Francia como en la mayoría de los países donde están implantadas las comunidades de El Arca”. Es el vínculo con el mundo exterior, la confrontación con la alteridad, lo que ha preservado El Arca de la lógica sectaria y protegido a sus residentes del control sectario.

El hecho es que los escritos de Jean Vanier ya no pueden leerse de la misma manera que antes. Es necesario hacer una selección para conservar lo mejor. La tarea no es fácil, ya que el trigo y la cizaña están inextricablemente entrelazados, reflejo de la “complejidad humana” de Jean Vanier. “Pero la cizaña no elimina el trigo”, escribe Gwennola Rimbaut. Y en el lado bueno está esta intuición sobre la eminente dignidad de las personas con discapacidad mental que las comunidades del Arca siguen viviendo.


*Artículo original publicado en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva

Dominique Greiner es religioso Asuncionista y redactor jefe del diario La Croix