Tribuna

Cura de almas en tiempos de la Covid-19

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El pasado verano he leído libros de esos que vas comprando y apilando para cuando tengas tiempo, y también he releído algunos de esos a los que te gusta volver. En concreto, una de esas relecturas ha sido “La resistencia” (Seix Barral 2000), de Ernesto Sábato. Lo había leído hace ya algunos años y, al volver a hacerlo, he recordado que la casualidad no existe. Es un libro más que adecuado para esta época que nos está tocando vivir.



También vino a mi memoria cuando estudiaba “Cura de almas”, una asignatura que me fascinaba y cuya práctica, en esta época de la Covid-19, tiene que estar en primera línea. Porque esta pandemia va a dejar -está dejando ya- hondas heridas en el ser humano. Además de las secuelas físicas de quienes han pasado la enfermedad, también están las secuelas humanas y espirituales, y será necesario estar muy atentos para ayudar.

No es una psicoterapia barata

Alguien puede pensar, ¿y qué tiene que ver la cura de almas con esto y, además, con una mujer? Tradicionalmente, la cura de almas, está destinada a ser ejercida por el párroco o por el sacerdote que tiene confiado a su cuidado a un grupo de fieles. Sin embargo, ¿no será tiempo ya de ir abriendo la posibilidad a los laicos preparados? Y, un paso más, ¿acaso sería imposible para un laico, atender a un sacerdote que necesitara ayuda?

La cura de almas nada tiene que ver con una psicoterapia barata donde las categorías espirituales del sufrimiento queden transformadas en problemas psicológicos, ni el renacer espiritual puede ser confundido con la autoestima tan de moda en este momento.

Seres solitarios

Dice Sábato en su libro: “La soledad, la exclusión y la necesidad de escucha son más que una evidencia entre nosotros porque cuando multitudes de seres humanos pululan por las calles sin que nadie los llame por su nombre, sin saber hacia dónde van, el ser humano pierde el vínculo ante el cual sucede su existencia. Ya no vive delante de la gente de su pueblo, de su Dios, sino perdido entre valores que no conoce y en una historia que no comparte”. La Covid-19, la nefasta gestión política y sus consecuencias -que son muchas más de las que nos imaginamos-, nos están convirtiendo en desconocidos, en seres solitarios y, casi me atrevería a decir que, en algunos casos, amargados.

No podemos ni debemos dejar que esto suceda. Es una responsabilidad cristiana acompañar, cuidar, escuchar, crear la empatía suficiente como para que quien se sienta herido perciba que, quien le está escuchando, sale de sí mismo para meterse en su propia piel, es decir, en su sufrimiento, lejos de todo prejuicio o juicio o promesa vana.

Verbalizar la experiencia

Hacer descubrir al que sufre que se está caminando con sus zapatos, ayuda a las personas a verbalizar a la vez que acompaña la experiencia que están viviendo y ayuda a que sientan la presencia de Jesús que no juzga ni condena, como muy bien dice Dolores Aleixandre en “Imágenes bíblicas para el acompañamiento” (Sal Terrae 1977).

Porque estamos viviendo un tiempo de orfandad -no hay valores compartidos y los religiosos casi han desaparecido- y es el peor sentimiento que un ser humano puede experimentar porque sabe a abandono, a existencia sin esperanza, a horizonte sin luz. Y ahí estamos muchos cristianos y, aunque no me gusta el desglose y para que no haya dudas, muchas cristianas.

Desvivirse por el otro

Porque sabemos que podemos ayudar, acompañar, escuchar, y empatizar porque conocemos las palabras de Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. O si queremos  decirlo de otra manera, podemos recordar las palabras de Levinas: “Lo humano del hombre es desvivirse por el otro hombre”.

Es tiempo de arrimar el hombro, de remar en una misma dirección, de estar atentos al dolor que hay a nuestro alrededor. Es tiempo de escucha para generar esperanza sin quitarle peso al dolor ni al sufrimiento. Es tiempo de “cura de almas” al mil por cien. Hay muchas personas -varones y mujeres- con la preparación suficiente como para hacerlo y ponernos al servicio de quien lo necesite. Que nadie venga poniendo inconvenientes de interpretaciones pretridentinas.