Tribuna

Cuánto nos cuesta la brecha de género

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Un año después de la propagación del coronavirus, hay voces que están preocupadas por el fuerte riesgo de un impacto negativo en la igualdad de género. Planea una seria amenaza a los avances realizados hasta ahora y un peligro concreto para el cumplimiento del objetivo número 5 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, “lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas”. Es una meta cada vez más lejana.



Desafortunadamente, no sorprende que las mujeres sigan rezagadas en las estadísticas de igualdad de género y sigan padeciendo, especialmente en algunos sectores económicos, los salarios más bajos y una escasa protección contractual, además de que se les prohíba acceder a los puestos más altos. Es impresionante la medida en que el peso de la pandemia y la recesión económica ha llegado a pesar sobre el universo femenino.

En 2020, 3 de cada 4 empleos perdidos correspondieron a empleos de mujeres. Estos datos se explican, en primer lugar, a la luz de la persistente condición de fragilidad generalizada del mercado laboral femenino (a tiempo parcial y contratos precarios) y al hecho de que un alto porcentaje de mujeres están empleadas en sectores económicos con alto riesgo de cierre o contracción brusca de la actividad (comercio al por menor y al por mayor, servicios de alojamiento y restauración, artes y entretenimiento).

Pero hay más razones. Por tradición, o tal vez por vocación, a las mujeres siempre les ha correspondido la tarea del cuidado. En esta emergencia se han encontrado con una carga mayor en el hogar propiciada por las necesidades de los hijos, que han tenido que estudiar desde casa, a la vez que otros miembros de la familia han teletrabajado a causa de la pandemia.

Talento femenino

Prueba de ello es quizás una cifra menos llamativa que las anteriores, pero aún muy significativa y preocupante a medio y largo plazo. El año pasado, investigadoras y científicas de todo el mundo han visto una reducción significativa en la tasa de productividad científica, a diferencia de lo que les sucedió a sus colegas masculinos que incluso la aumentaron.

Estamos lejos de afirmar una mentalidad generalizada y consciente en cuanto al talento femenino. Y solo ese cambio de ritmo a nivel cultural, que ya se produce desde los centros de formación, puede ser decisivo para orientar las políticas hacia el bienestar social y la recuperación económica.

Más mujeres empleadas y en puestos de liderazgo no es solo un objetivo de desarrollo e igualdad, sino una mejora de la calidad de la dinámica interna de las organizaciones y del crecimiento económico, ya que el capital humano femenino es capaz de transformarse en valor económico real. No existe ninguna institución internacional que no haya medido aumentos sustanciales en el PIB y no haya trazado el círculo virtuoso del desarrollo y el crecimiento económico desencadenado por la igualdad de género.

Es toda la sociedad la que necesita que las mujeres se integren en los procesos organizativos y de toma de decisiones, incluso antes de ser nombradas en roles formales, porque las mujeres son portadoras y cultivadoras de una perspectiva positiva y esperanzadora. Esta crisis debe impulsarnos a incrementar la protección del empleo y a introducir herramientas más eficaces para apoyar a las mujeres, y a darnos cuenta de que mientras nuestras agendas políticas, universitarias y eclesiales no valoren plenamente el género femenino, seguiremos perdiendo.

Como dice el Papa, “si nos importa el futuro, si deseamos un mañana floreciente, debemos dar el justo espacio a las mujeres” porque “las mujeres embellecen el mundo y hacen que los contextos sean más inclusivos”. Es necesario integrar todo el potencial femenino para entregar a las generaciones del mañana una sociedad hecha a medida del género humano.

*Artículo original publicado en el número de mayo de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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