Tribuna

Consolidar un alma extensa

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Días pasados llegó a mí una reflexión del pensador español Alex Rovira. Realmente, sus aportes me parecieron muy valiosos y deseo tomar parte de  ellos en la presente reflexión.



Nos habla allí de una virtud poco enunciada la Longanimidad; y la define como constancia de ánimo en la adversidad.

Esto, nos recuerda algunas afirmaciones de Freud, cuando al definirse como un hombre sin Dios, expresa su admiración por la arquitectura anímica de nuestros hermanos mayores, los judíos.

Tanto el concepto de arquitectura anímica, como la virtud llamada longanimidad, hacen referencia a una fuerza de ánimo, a un alma extensa, a la capacidad de desarrollar integridad psíquica y espiritual, frente a los hechos adversos que vivimos a lo largo de nuestra vida.

Sin lugar a dudas, esta virtud supone una particular fuerza interior, caracterizada por la perseverancia, paciencia y entrega; todas estas,  propias de una persona que encarna la lógica  del don, y posee una visión profundamente humanista y cristiana.

La Longanimidad supone una marcada clemencia, benignidad y generosidad.

Esta virtud, comprende la capacidad de amar con sanidad, experiencia ésta que lleva al descubrimiento del otro y a la preocupación por él. Ansía el bien de quien ama sin buscarse a  sí mismo, conoce de renuncias y es un verdadero espacio intersubjetivo.

El encierro como una oportunidad

Citando a C. Lewis cuando nos habla de: divino- amor- dádiva, se trata de amar lo que naturalmente no es digno de ser amado: la pandemia en este tiempo.

El desafío, por lo tanto, consiste en trabajar sobre la capacidad de amar, compartir y favorecer  la empatía. Vivir el encierro como oportunidad de intimidad; en  palabras de Erikson, intimidad supone comunión de objetivos.

Es tiempo de entrega, y de dar de corazón, de servir; de profunda fidelidad, con la impronta de la pulsión de vida y no simplemente de permanecer.

Se trata de recordar que, frente a experiencias de desamparo y desvalimiento que todos podemos vivir en determinados momentos, el único factor que ampara es el factor social.

La propia comunidad nos ayudará a salir, a organizarnos nuevamente,  recordando que lo que no se transforma, no se puede sostener.

De este modo, estamos convocados a trabajar juntos en no desmantelar la esperanza por el solo soporte empírico. Esto es fundamental, para no caer en melancolía, para encontrar  y abrazar así, el sentido en nuestras vidas.

El talento es poner en acción lo mejor de cada uno, tal como lo vemos en las bodas de Caná; es animarnos a poner primero, el mejor vino.

Para finalizar una hermosa poesía:

El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana, un recién venido.
Una alegría, una tristeza, una crueldad, una comprensión fugaz llega como un visitante inesperado. Recíbelos y agasájalos a todos.
Aunque sean una multitud de pesares que arrasan violentamente tu casa y la despojan de sus muebles, trata honorablemente a cada huésped.
Tal vez te estén vaciando para un nuevo deleite.
El pensamiento oscuro, la vergüenza, la malicia, recíbelos en tu puerta e invítalos a entrar. Agradece que todos ellos lleguen,
porque han sido enviados
como guías desde el más allá.

Rumi, “La casa de huéspedes”

Referencia Bibliográfica: Rovira: Diccionario de Creadores de Buena Suerte, Longanimidad.

Lic. Graciela Senosiain