Tribuna

Caso Noa: cuando la tragedia no deja espacio a la vida

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Noa Pothoven, holandesa de 17 años, acaba de morir por inanición en su casa, después de diez días de haber tomado esa decisión, acompañada por un equipo de cuidados paliativos y su familia. Noa había sufrido abusos a los 11 y 12 años y, posteriormente, a los 14, una violación, que la habían provocado estrés postraumático, anorexia y depresión. Después de haber visitado varios centros para su tratamiento y no mejorar, decide acudir a una clínica privada donde se practica la eutanasia, pero rechazan su solicitud. A partir de ahí, decide dejar de alimentarse e hidratarse.

Esta noticia nos ha dejado conmovidos… ¿Cómo puede ser que, en un país como Holanda, no existan recursos adecuados y eficaces para tratar esa situación? Su madre, precisamente, había denunciado en varias ocasiones la falta de centros para su hija y la excesiva burocratización e interminables listas de espera de esos centros. Y lo peor del asombro no son solo los hechos en sí, sino que se han justificado por parte de muchos. Y es que una cosa es no someterse voluntariamente a un tratamiento médico y otra muy distinta es tomar la opción de no alimentarse ni hidratarse para causarse la muerte, siendo menor de edad y padeciendo una depresión.

No es eutanasia

En principio, quiero aclarar que este caso no constituye un caso de eutanasia; esto es, la acción de procurar la muerte a quien, sufriendo una enfermedad terminal, la solicita para poner fin a sus sufrimientos. Aquí no hay terminalidad, no hay proximidad a la muerte ni irreversibilidad, y, lo que es más grave, es menor de edad y con un sufrimiento psíquico que hace más que dudoso que podamos estar ante una solicitud capaz por parte de ella, pues la depresión (y así lo mantienen la mayoría de los psiquiatras) afecta a la propia capacidad de decisión.

Ya desde 1952 vienen los tribunales holandeses decidiendo acerca de la eutanasia y legitimándola, primero como casos muy excepcionales y, posteriormente, con criterios más laxos, hasta que se llegó a la despenalización (que no legalización, no es un derecho) en 2002. Su ley sobre terminación de la vida a petición propia comenzó permitiendo la eutanasia para personas en situación de terminalidad y con graves sufrimientos. Hoy, se ha extendido su aplicación a personas con sufrimiento psíquico, con depresión, a quienes consideran que “están cansados de vivir”, incluyendo a menores de 16 a 18 años, sin consentimiento de sus padres.

La conclusión es clara… La eutanasia se ha “connaturalizado” en la sociedad holandesa. Se está generando tal insensibilidad en esta cuestión que no se ve la tragedia.

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