Tribuna

Carmelitas: acogida cálida

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La Residencia Monte Carmelo, fundada por los PP. Carmelitas e inspirada en el humanismo cristiano, tiene como principal actividad la prestación de servicios sociosanitarios, destinados a cuidar y atender integralmente a las personas mayores.



La familia, como ámbito que aporta a la persona la calidez, el cariño y la cercanía que en otros ámbitos no encontramos, no tiene sustituto. Las relaciones familiares están motivadas por el amor y el afecto, no por contratos de obligado cumplimiento. Pero bien sabemos que la ancianidad y la enfermedad conllevan estados de dependencia.

Por múltiples factores, es razonable que hoy en día se acuda a instituciones adecuadas y cuidadores profesionales especializados para atender a los mayores en la última etapa de la vida. A pesar de todo, no podemos olvidar, y así lo recordamos permanentemente en nuestro centro, que ningún confort material puede sustituir jamás a la presencia, el vínculo, la compañía y el afecto de la familia.

De este modo, entendemos el centro como una prolongación del hogar donde la persona anciana pueda seguir desarrollando con normalidad sus actividades diarias, aun cuando existan grandes niveles de dependencia, propiciando un ambiente confortable y cálido, de auténtica protección y respeto a la autonomía moral y a la dignidad humana.

Cuidar sus historias

Pero sabemos que no hay cuidados estandarizados, iguales para todos, cada persona y cada familia tiene su propia historia y trayectoria vital particular. Por ello, procuramos la máxima comprensión en las decisiones que toman con respecto al cuidado de sus mayores. Por nuestra parte, intentamos personalizar los servicios que ofrecemos para que la última etapa de sus vidas transcurra en las mejores condiciones materiales y humanas posibles.

Procuramos mantener un tipo de relación que cuida su bienestar a través de gestos cotidianos, escuchando sus inquietudes y deseos, estimulando su propia colaboración y respetando su autoestima. Para cuidar no basta hacer algo por el otro, es necesario ser con el otro, entrar en relación con él, permitir, en la medida de lo posible, su forma de hacer las cosas. Transmitimos la confianza suficiente para hacerle ver que nos tomamos en serio lo que siente y lo que piensa. Respetamos sus convicciones humanas y espirituales, aquellas que han formado parte de su historia personal.

En esta terea, consideramos imprescindible la implicación personal y profesional de los trabajadores. La aspiración de excelencia en el trato del residente pasa por el cuidado y formación continua de los trabajadores, tanto en los aspectos técnicos como humanos, impregnando de amabilidad y cercanía nuestro modo de hacer.

A través de los protocolos de actuación e indicadores para medir su grado de cumplimiento, buscamos la eficacia y calidad en los servicios prestados, así como la satisfacción de residentes y familiares. Con el fin de hacer de la residencia un hogar cálido y prolongación de la familia, cuidamos los detalles humanos: personalización de espacios, poder compartir mesa y comida familiares y residentes, felicitación de todos los cumpleaños, reuniones y comunicación permanente con los familiares…

Con el salmista, hacemos nuestra la súplica de los ancianos: “No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones” (Sal 71, 9).