Tribuna

Cardenal Porras: “El Sínodo de la Amazonía pone el dedo en la llaga”

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El Sínodo Especial para la Amazonía generó desde su convocatoria comentarios encontrados. Desde Puerto Maldonado, en Perú, donde se encontraba el papa Francisco en visita pastoral, anunció la apertura de un proceso que ha tenido una acogida importante en los nueve países amazónicos y, desde allí, se ha proyectado hacia el resto de la cristiandad.



La verdad es que se conoce poco de aquel inmenso bioma que, según el cristal con que se mire, despierta pasiones enfrentadas. Hay quienes ven la región como un botín que explotar y la depredan, justificando de mil maneras “el progreso”. Pero lo cierto es que, más allá de su indiscutible importancia ambiental, allí viven cientos de etnias originarias y una población que supera los 30 millones de habitantes, en condiciones que requieren ser vistas “integralmente”.

Sinodo de la Amazonía, indígena

Los ojos de los que lo ven como negocio solo miran el lucro inmediato. Pero quienes aman la naturaleza y a las personas que allí viven expresan con pasión y entrega generosa la lucha por el clamor de unos pueblos que merecen ser respetados, tomados en cuenta y valorados en sus muchas virtudes y potencialidades.

Casa común

No han faltado, dentro y fuera de la Iglesia, quienes descalifican el hecho de que el Papa y la Iglesia se ocupen de la Amazonía, pues –dicen– no es un problema religioso. Tratándose de la Casa común y de la creación como obra de Dios que “vio que era buena”, pero que la dejó para que el hombre la completara, su relación con la fe es esencial. No se trata de un añadido ni de algo secundario.

En Roma, se está celebrando este encuentro con la presencia de todos los obispos que viven y trabajan en la zona, más representantes de las Iglesias de todos los continentes, auditores sacerdotes, religiosos y laicos, delegados de otras confesiones religiosas y expertos en diversas materias ligadas a la pluralidad y variedad de este vasto territorio.

La Amazonía, como escenario de la realidad global del planeta, conjuga interrogantes para el presente y el futuro de la humanidad. Analizarla desde la periferia, desde los marginados que son quienes viven allí, ofrece una posibilidad inédita que no puede ser ignorada: el cambio climático, producto de la indiscriminada intervención humana, es un problema global. Si no se tiene eso en cuenta hoy, y se toman las medidas necesarias, no se puede garantizar la vida de los que allí viven, pero, más aún, de toda la humanidad en el futuro cercano…

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