“De lejos dicen que se ve más claro,
Que no es igual quien anda y quien camina…
No es que no vuelva porque me he olvidado.
Es que perdí el camino de regreso”.
(Joan Manuel Serrat)
-Regresar a “convocar” las comunidades desde la “cercanía”, cara a cara.
No la vi venir. Esa expresión, tan de uso en el deporte, nos habla de las cosas que se forman sin que nos demos cuenta y se revelan de improviso, cuando menos las esperamos. Son esos cambios que parecen súbitos, porque cuando nos percatamos de ellos, ya los tenemos encima. A veces son cambios que nos alegran, otras veces, no tanto.
El periodista y boxeador puertorriqueño José ‘Chegüí’ Torres -que llegó a campeón mundial- decía que el golpe más devastador, el que usualmente noquea, no es el más fuerte, sino el que te sorprende, ese que no viste venir, que no te pudiste preparar para evadirlo o resistirlo. Esa enseñanza aplica a muchas cosas, tanto en la vida personal, como en la social. A ese segundo aspecto es que quiero referirme. Quiero hablar de uno de esos cambios en la vida social, que ha resultado sorprendente, porque muchos no lo vimos venir. Sucede en nuestro Puerto Rico, el caribe y en el mundo.
Los nuevos controles impuestos desde las esferas del “poder imperial” y que se han ido filtrando hacia abajo, hacia las zonas remotas, distantes, es el de la inesperada obsolescencia relativa de las herramientas electrónicas de comunicación, educación y organización que conocemos popularmente como “redes sociales”. Uso el término “relativa”, porque no quiero argumentar que las redes sociales ya no rinden su propósito. Las redes sociales están ahí y sirven. Lo que pasa es que su efectividad se ha reducido. La capacidad que se formó durante varias décadas y que nos llevó a pensar que eran una nueva y prometedora etapa para las convocatorias democráticas sin control por parte de los poderosos, ya no lo es a esos niveles.

Cara a cara
El futuro llegó y resulta que es menos abierto y democrático de lo que esperábamos. Es como si el porvenir de progreso libertario de la civilización se hubiera convertido, de súbito, en un retroceso, más al servicio del control y los sistemas autocráticos. El porvenir de convocatorias libres está siendo sustituido por un presente de menos libertad.
De la misma forma en que los huracanes devastadores nos mostraron que los edificios de cristales se quedaron de pronto en el pasado y que ahora tenemos que pensar de nuevo en las ventanas, de esa misma manera, los que estamos en el trabajo de promover la “doctrina social de la Iglesia” y la lucha buena de las comunidades, tenemos que volver a practicar los antiguos métodos para comunicarnos unos con otros, para saber unos sobre los otros, para hacer las convocatorias de la gente precisamente desde la experiencia cotidiana de la propia gente.
Ya no podemos descansar en que un letrero electrónico en las llamadas redes sociales va a cumplir el propósito de “movilización” que hace apenas un par de años le podíamos atribuir. Ya no podemos recostarnos en que colocar nuestro mensaje en los sistemas de redes sociales desde la comodidad de nuestra casa va a servir para una conversación inteligente y amplia entre la gente a la que queremos llegar.
Repito que no estoy promoviendo que dejemos de lado las redes sociales, sino que, si queremos desarrollar una red social potente, tenemos que volver a caminar, a conversar de frente y viéndonos las caras unos a otros.
Tenemos que buscar el camino de regreso si queremos caminar hacia el porvenir.