Tribuna

Calasancias: llamadas a cuidar la inocencia de la Villa Miseria

Compartir

Las Hijas de la Divina Pastora somos presencia de Cristo en este pedacito de Argentina, respondiendo al impulso del espíritu que recibió san Faustino Míguez, por eso “para evitar que la inocencia del corazón se pierda en las tinieblas de la ignorancia”, animamos y acompañamos una escuela primaria de niñas, la mayoría provenientes de uno de los sectores más vulnerables de la ciudad de Buenos Aires, la villa 1-11-14.



Son hijas de inmigrantes de los países limítrofes que ante la necesidad de encontrar un lugar donde vivir y no contar con recursos económicos suficientes, terminan viviendo en condiciones deplorables de hacinamiento, lo que provoca un ambiente propicio para la violencia, la drogadicción, el abuso, el maltrato, que culmina en una falta de horizonte para buscar una vida más digna.

Ante este contexto social y familiar, la comunidad educativa y religiosas de la escuela busca ser un espacio de amor, apoyo y contención que muestre que es posible sentirse amadas y valoradas, relacionarse de otra manera, tener otros criterios de vida y soñar con nuevos horizontes.

Reconstruir vínculos

Una de nuestras preocupaciones es acompañar de manera personalizada a las niñas y sus familias, brindando herramientas que reconstruyan y mejoren los vínculos familiares que muchas veces están rotos porque los padres repiten sus historias de vida conflictivas o por la situación en la que se ven obligados a vivir.

Por esta razón a las niñas que están en mayor vulnerabilidad, ofrecemos la posibilidad de quedarse como pupilas de lunes a viernes, a veces para garantizar su continuidad escolar, otras veces como prevención de situaciones que la ponen en peligro por su realidad familiar o el contexto en el que viven, y otras como ayuda y protección porque en casa viven situaciones conflictivas o de abuso.

 

El objetivo es brindarles no solo, un lugar para quedarse, donde tienen asegurado una cama limpia para cada una, recibir las cuatro comidas, una ducha caliente y un lugar propicio para estudiar; sino, lo que da sentido a nuestra misión: un espacio de familia que les muestre el amor de Dios Padre que las ama, cuida y protege, donde pueden compartir sus dificultades, luchas, anhelos, juegos y sueños.

Entre ellas se cuidan unas a otras como hermanas, se sostienen, se escuchan, se enseñan, se cuentan sus angustias y temores, se animan y así alivianan las cargas que a tan corta edad deben llevar.

Nosotras religiosas calasancias, somos de esta manera una semillita del Reino que abraza la fragilidad y como el buen samaritano nos detenemos para curar las heridas del corazón, con el único deseo de que puedan ser felices en el transcurso de toda su vida.