Tribuna

Así celebré mi primera misa tras las nuevas recomendaciones del Gobierno sobre el coronavirus

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“Nuestras manos son el mejor sagrario que puede tener Jesús en este momento”. Con esta palabras explicaba una religiosa antes de comenzar la misa que la comunión se distribuía en la mano por “precaución”. En la celebración, presentes todos los alumnos y profesores del colegio de las Misioneras del Divino Maestro recordando un 10 de marzo especial. Se cumplen 75 años de la fundación de la congregación en Baza y en todas las casas, la jornada es especial. Alejados de los focos del coronavirus, un tanto lejanos desde Madrid o el País Vasco, la normalidad es la tónica en una celebración cuaresmal con ciertos aires de fiesta.



Antes de la misa, el lavado de manos de los sacerdotes debe ser una constante, ya que el agua que sale del grifo de la sacristía habitualmente sale turbia y hoy parece más cristalina que nunca. No falta tampoco el jabón neutro y suficiente; la toalla, de tela, de color blanco inmaculado. La celebración transcurre con normalidad, la mayoría de los presentes no están entre los grupos de riesgo, si acaso solo algunas de las hermanas de la comunidad religiosa, algo ancianas, que no obstante participan con ánimo haciendo las lecturas o siguiendo atentamente la liturgia. Alguna incluso insta a los muchachos de su alrededor a levantarse o sentarse cuando llega el caso.

Imagen de archivo de sacerdotes y eucaristía/REGNUM CHRISTI

Vida cotidiana

Los momentos clave en lo que a prevención se refiere llegan después del ‘Padre nuestro’ –en él nadie entrelaza sus manos, si acaso una niña hace un gesto torero elevando los brazos–. La paz, nos habían dicho antes comenzar la oración, será un buen momento para rezar por la paz en el mundo, ya que el gesto se va a omitir en esta ocasión. La forma de hacerlo, un canto apropiado y el despiste de alguna profesora y pocos niños que sientes que les falta algo…

En la comunión, la mayoría está habituado a la comunión con la mano. No hace falta repetir el aviso con el que se abrió la celebración. Las manos limpísimas. No se repiten algunos gestos como los que se han dado este domingo con pañuelos en las manos ante la “indignidad” de tocar el Cuerpo de Cristo. Va a ser verdad lo que decía la hermana, qué mejor sagrario que compartir la misa con aquellos de los que Jesús dice: “¡Dejad que los niños se acerquen a mí!”. La cotidianidad de la eucaristía.