Tribuna

100 días de guerra en Ucrania: ‘razones’ debajo de los ‘motivos’

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Al cumplirse los 100 días de la invasión bélica de Ucrania por parte de Rusia, no está mal detenernos un momento, concentrar la atención y preguntarnos por dos cuestiones a las que dedicaré esta breve reflexión: ¿qué tiene que decir la Teología moral católica sobre esta guerra? ¿Cuál ha sido, hasta ahora, la actuación de la Iglesia católica en relación con este lamentable acontecimiento?



Vladímir Putin no ha querido encuadrar la agresión bélica contra Ucrania en los cuadros formales del estatuto jurídico-internacional de ‘guerra’. La ha considerado una ‘operación militar especial’. Sin embargo, desde el punto de vista de la realidad, es una auténtica guerra.

Guerra en Ucrania

Según la reflexión teológico-moral más clásica y más coherente, no puede haber duda alguna sobre la inmoralidad de esta invasión militar de Ucrania por parte de Rusia. Ni siquiera es una ‘guerra defensiva’. Es, claramente, una guerra de agresión. Además, con ‘invasión militar’ incluida.

Esta guerra también está en contra del Derecho internacional, que reconoce la identidad de los pueblos y los límites de los estados. Ni siquiera tiene el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU, el único organismo internacional con capacidad de hacer legal una determinada guerra. Claro está, no hace falta subrayar que Rusia es uno de los estados que goza de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

‘Excusas’ de Putin

Los ‘motivos’ –que no las ‘razones’– de la invasión militar de Ucrania hay que buscarlos fuera del orden jurídico y fuera del ámbito moral. Los expresó así el propio Putin el pasado 24 de febrero: “La finalidad es proteger a la población que desde hace ocho años afronta la humillación y el genocidio perpetrado por el régimen de Kiev. Buscaremos desmilitarizar y desnazificar Ucrania y llevar delante de la justicia a los responsables de los crímenes perpetrados contra los civiles”.

“Excusas” desarrolladas por él mismo en la reunión del Consejo de Seguridad de Rusia el 21 de febrero: “Permítanme recordarles que en la cumbre de la OTAN de Bucarest de abril de 2008, Estados Unidos impulsó una decisión según la cual Ucrania y, por cierto, Georgia se convertirían en miembros de la OTAN […]. En 1990, cuando se discutió la unificación alemana, Estados Unidos prometió a los líderes soviéticos que la jurisdicción o la presencia militar de la OTAN no se expandiría ni una pulgada hacia el Este y que la unificación de Alemania no conduciría a la expansión de la organización militar de la OTAN hacia el Este. Esto es una cita” (en: A. López Canorea, ‘Ucrania. El camino hacia la guerra’ [Madrid, 2022] pp. 142-143).

Los Estados Unidos de América nunca han reconocido la veracidad de la promesa, con ocasión de la caída del Muro de Berlín, a la que alude Putin. Rusia tiene miedo a que el movimiento de adhesión a la Unión Europea y, más concretamente, a la OTAN por parte de Ucrania perjudique sus intereses geopolíticos.

Contraria a Derecho y a Moral

Dejando aparte los ‘motivos’, han de prevalecer las ‘razones’, concretamente las de carácter jurídico y moral. Y estas no pueden por menos de declarar la invasión bélica de Ucrania por parte de Rusia como una acción contraria a Derecho y a Moral. Por lo demás, las acciones que se realizan en el desarrollo de esta guerra están sometidas a la valoración del Derecho y de la Moral. En espera del dictamen del Tribunal Penal Internacional, a primera vista son ya muchas las acciones bélicas del ejército ruso contrarias a los ‘Convenios de Ginebra’ (1949) y a sus Protocolos adicionales (1977) y, consiguientemente, tipificadas como ‘crímenes de guerra’.

¿Y cómo se ha posicionado la Iglesia en esta coyuntura? Es de lamentar la postura del patriarca ruso de Moscú, Kirill (nombre secular: Vladímir Mijailovih Grundiayer) cohonestando y hasta bendiciendo la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. En el polo opuesto se sitúa la Santa Sede –que ha pasado de la indecisión inicial al compromiso pleno a fin de parar la guerra–, más concretamente, el papa Francisco. (…)

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