Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.196
Nº 3.196

Teresa de Jesús, primera doctora de la Iglesia: 50 años de una conquista

1. ¿Qué es un doctor de la Iglesia?

En primer lugar, conviene precisar qué se entiende por doctor o doctora de la Iglesia. Benedicto XIV, en el siglo XVIII, apoyado en una tradición secular, fijó el estatuto de doctor, concretándolo en tres requisitos: santidad de vida, doctrina eminente y reconocimiento por parte de la institución eclesial.



2. ¿Cuántos doctores hay?

El título de doctor es uno de los que menciona san Pablo (1 Cor 12, 28) cuando habla de los distintos ministerios y carismas que hay en la Iglesia primitiva. Muchos siglos después, en 1295, el papa Bonifacio VIII concedió el título de doctores a cuatro Padres de la Iglesia occidental: Agustín, Ambrosio, Gregorio y Jerónimo. Era la primera vez que se hacía una declaración así. Tras el Concilio de Trento (1545-1563), buscando un acercamiento a la Iglesia de Oriente, fueron también declarados doctores cuatro Padres orientales: Atanasio, Basilio, Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo. La práctica de la declaración de doctor se fue repitiendo a lo largo de la historia, hasta alcanzar la cifra de 36 santos doctores que hay en la actualidad. El último lo ha nombrado el papa Francisco en 2015: Gregorio de Narek.

3. Las doctoras

Dentro de ese grupo de 36 doctores, solo una novena parte (cuatro) son mujeres. Todas, declaradas oficialmente cuando ya llevábamos veinte siglos de cristianismo: Hildegarda de Bingen (1098-1179), Teresita de Lisieux (1873-1897), Catalina de Siena (1347-1380) y Teresa de Jesús (1515-1582).

4. Algunos hitos históricos

5. ¿Qué aprendemos de esta doctora?

Con el doctorado, la Iglesia reconoce en Teresa a una maestra. Considera que puede enseñar a todos, sin excepción, y que su enseñanza está en conformidad con la verdad que propone la Iglesia. La tiene por “madre y maestra de personas espirituales”, como expresó Pablo VI.

6. Un camino abierto: la mujer en la Iglesia

En cierta ocasión, pensando Teresa en las palabras de san Pablo sobre el encerramiento de las mujeres, comprendió que Dios le decía: “Diles que no se sigan por sola una parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos”. Y así lo dejó escrito en una Cuenta de conciencia.

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