Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.269
Nº 3.269

Amigo para siempre

Don Carlos Amigo experimentó el amor de Cristo, capaz de llevarle a dejarlo todo por seguir su llamada, capaz de serenar el corazón en cualquier situación y, sobre todo, cuando se dispone a visitarnos la hermana muerte.



Nació en Medina de Rioseco, provincia de Valladolid, el 23 de agosto de 1934. Inició sus estudios de Medicina en Valladolid, pero pronto los abandonó para ingresar en el noviciado de la Orden de Hermanos Menores Franciscanos. Posteriormente, recibió la ordenación sacerdotal, el 17 de julio de 1960. En 1970, fue nombrado provincial de la Provincia Franciscana de Santiago.

El 17 de diciembre de 1973 fue nombrado arzobispo de Tánger, en Marruecos. El 22 de mayo de 1982 recibió el nombramiento de arzobispo de Sevilla. Desde el 5 de noviembre de 2009, era arzobispo emérito de Sevilla. En la Curia romana fue miembro del Pontificio Consejo para la Salud y de la Pontificia Comisión para América Latina. En la Conferencia Episcopal Española ha sido miembro del Comité Ejecutivo y presidente de diferentes comisiones episcopales. El 28 de septiembre de 2003 fue creado cardenal.

28 años de servicio en Sevilla

El amor de Cristo fue transformando su vida para llegar a la madurez cristiana a través de una peregrinación de fe que se inició en el Bautismo y que vivió también por la configuración con Jesucristo Buen Pastor, en el seno de la Iglesia. Ha recorrido el camino con fidelidad, sirviendo a la Archidiócesis de Sevilla durante 28 años. Desde la unión con Cristo, siguiendo el ejemplo de su Maestro, como sucesor de los Apóstoles, “pasó haciendo el bien” con su palabra, con sus gestos, con su vida entera, con el espíritu de las Bienaventuranzas.

Somos testigos de las muchas cualidades que el Señor le concedió, como también de su preparación y capacidad de trabajo, pero más aún somos testigos de su entrega sin límites. Desde la libertad de espíritu y, a la vez, desde la fidelidad al Señor y a la Iglesia, desarrolló su ministerio episcopal con gran intensidad y diversidad de acciones pastorales. Inteligencia, cultura, pedagogía, entrega, formación, oración y una actitud profunda de acogida.

Era un hombre espiritual y, a la vez, muy cercano, muy humano, muy misericordioso. Sabía escuchar, sabía esperar, sabía acompañar a las personas, a los grupos y a las instituciones. Fiel hijo de san Francisco de Asís, fue siempre alegre, cercano, entrañable. Un hombre que buscaba la unidad, la concordia, que tendía puentes, que fomentaba el diálogo interreligioso, ecuménico, intraeclesial, y también en el seno de la sociedad; que tenía una palabra amable y una sonrisa pronta para todas las personas con las que se encontraba, de cualquier edad y condición.

Múltiples reconocimientos

Era acogedor con todos, acompañaba y dinamizaba todas las iniciativas nobles que se le presentaban; impulsó muchos proyectos pastorales y sociales en todo el territorio diocesano. De ahí los reconocimientos recibidos, como el de Hijo Predilecto de Andalucía, Hijo Predilecto de la Provincia de Sevilla, Hijo Adoptivo de la Ciudad de Sevilla, y de varias localidades de la Archidiócesis. Podemos decir que, a lo largo de estos 28 años de ministerio episcopal, ha entrado en todos los ámbitos y estructuras, en todos los hogares, en todos los corazones.

En la archidiócesis hispalense cuidó y atendió las parroquias, acompañó la vida consagrada, activa y contemplativa, potenció los movimientos y realidades eclesiales, se entregó con generosidad a las hermandades. Acogió en la archidiócesis y en su casa a san Juan Pablo II, con ocasión de la beatificación de sor Ángela de la Cruz y del cuadragésimo quinto Congreso Eucarístico Internacional.

La suya ha sido una vida entregada hasta el final. Como el grano de trigo, que si cae en tierra y muere da mucho fruto, del mismo modo sucede en nuestra vida, que solo tiene sentido desde la donación, la entrega, el gastarla y desgastarla hasta morir y dar un fruto abundante. No tiene sentido reservarnos para poder vivir muchos años, porque no se trata de añadir años a nuestra vida, sino vida a nuestros años. Vivir la vida intensamente, desde el amor, desde la donación de uno mismo. Y vivir los años que Dios quiera.

Entrega generosa

Así lo ha hecho Don Carlos, con una entrega generosa hasta el final, respondiendo a las peticiones de servicios pastorales que le llegaban. En los últimos tiempos ha ido insistiendo en lo más esencial, repitiendo que todo lo debemos hacer para gloria de Dios, que debemos trabajar por Cristo Nuestro Señor, que nos hemos de volcar con los más frágiles, con los más vulnerables, que debemos dedicar más tiempo al silencio y la oración; en los últimos tiempos repetía que “Dios siempre llega puntual”.

Desde mi incorporación a Sevilla, he mantenido con él un contacto regular y muy cordial, pudiendo constatar que mantenía viva la ilusión, la alegría, la esperanza, y, sobre todo, el celo pastoral. La rotura de cadera el 22 de febrero y los contratiempos posteriores no mermaron su fortaleza de ánimo ni su amabilidad y alegría. En el Hospital Universitario de Guadalajara son testigos de su entereza y buen humor aun en las circunstancias más dolorosas.

El miércoles 27 de abril compartí un largo rato con él en su habitación, junto al hermano Pablo y el hermano Luis Miguel. Pudimos charlar sin prisas, con tranquilidad y rezar juntos. Hablamos de Nuestro Señor y del encuentro definitivo con Él, de cómo hay que amarle con todas las fuerzas y vivir entregados a Él hasta el último aliento. También hablamos de María Santísima, tan amada por él, y de san Francisco de Asís. Él escuchaba atentamente y asentía. Al cabo de unos momentos, nos dejó, con gran paz y serenidad. (…)

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Índice del Pliego

HASTA EL FINAL, por José Ángel Saiz Meneses (Arzobispo de Sevilla)

PAZ Y BIEN, por Hermano Pablo Noguera (Franciscano de la Cruz Blanca y secretario del cardenal Carlos Amigo)

ENSAMBLAR CONTRASTES, por Cardenal Aquilino Bocos Merino, CMF

PASTORAL DE CERCANÍA, por Cardenal Miguel Ángel Ayuso, MCCJ (Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso)

EMBAJADOR DE HERMANDAD, por Cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga (Arzobispo de Tegucigalpa, Honduras)

CORAZÓN DE PAR EN PAR, por Antonio Pelayo (Corresponsal de ‘Vida Nueva’ en el Vaticano)

REFORMADOR DE PUERTAS ABIERTAS, por Francisco Ortiz Gómez (Sacerdote diocesano de Sevilla)

NUESTRO HERMANO MAYOR, por Maruja Vilches (Hermana mayor de Los Javieres, 2012-2017)

LAS COORDENADAS DEL CARDENAL DE RIOSECO, por Javier Burrieza Sánchez (Historiador. Universidad de Valladolid)

HUÉRFANO DE PADRE Y DE AMIGO, por Luis Esteban Larra Lomas, OFMConv

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