Editorial

Ni un abuso más

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Este 2019 va a ser crucial para el pontificado de Francisco y para el devenir de la Iglesia. Roma acoge en febrero la primera cumbre de la historia de presidentes de conferencias episcopales con un único tema: los abusos sexuales. La falta de diligencia durante décadas para afrontar esta cuestión, tanto en las comunidades locales como en la Santa Sede, ha hecho que hoy su fiabilidad esté minada ante la ciudadanía y los propios católicos. Una crisis que ha corroído la estructura del edificio eclesial hasta carcomerlo por un errado corporativismo, que ha llegado a poner por delante la protección al presbítero abusador sobre la víctima bautizada.



La reunión de febrero se produce en tiempo de descuento. El discurso de la tolerancia cero ya no se sostiene si no se aplican ya medidas determinantes y perdurables para acoger sin titubeos a todas las víctimas, para llevar ante la justicia a los depredadores y para hacer realidad la prevención, tanto en la formación y acompañamiento de adultos, como en la creación de protocolos y ambientes seguros para los menores.

No caben más excusas si se quiere acabar con el abuso de poder, de conciencia y sexual que todavía se cuela por los recovecos de las sacristías. Tampoco vale justificarse desde la manía persecutoria que solo ve una campaña de anticlericalismo mediático. El Papa, en el mensaje navideño a la Curia, recordó que un solo caso es, en sí, una “monstruosidad” que genera un daño letal tanto para la víctima como para la Iglesia.

Ley de Violencia contra la Infancia

En este contexto, el Gobierno español ha presentado el anteproyecto de Ley de Violencia contra la Infancia, que aumentará la prescripción de los delitos de pederastia, un texto en el que, como ha desvelado Vida Nueva, tiene implicación directa la Universidad Pontificia Comillas. Esta colaboración del centro jesuita es reflejo de cómo la Iglesia, no solo puede, sino que debe abanderar la lucha contra la pederastia “en las familias, en las comunidades cristianas y en toda la sociedad”, tal y como apunta en esta revista el secretario general de la Conferencia Episcopal. Para ello, una vez más se requiere estar en salida e integrados en la sociedad, no pululando como un ente aislado.

La credibilidad de este Pontificado se juega en estos meses. Todo esfuerzo por aterrizar el Vaticano II, por acercarse a las periferias reales y existenciales, por eliminar el derecho de admisión o por concienciar del cuidado de la Casa común se irán al traste si no se resuelve con determinación la crisis de los abusos a través de un plan integral que vaya de la coerción a la sensibilización, pasando por la comunicación… A estas alturas, todos los medios son pocos. O los pone ya en marcha, o está en riesgo muchísimo más que su imagen: se quiebra su ser madre. Se quiebra en sí.

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