Editorial

Misioneros extraordinarios en lo ordinario

Compartir

Octubre es tiempo misionero por excelencia, con el Domund como referente ineludible. Sin embargo, este año el papa Francisco ha querido presentar un Mes Misionero Extraordinario para poner en valor la misión ‘ad gentes’ y potenciar, además, la misión ‘ad vitam’.



De ahí el lema ‘Bautizados y enviados’, que busca involucrar a todos y cada uno de los creyentes en el compromiso de evangelizar a quienes tienen a su lado. Basta con mirar a cualquiera de los 11.000 misioneros españoles para aprender que, más allá de las grandes obras que muchos de ellos lideran en países castigados o en conflicto, en su pequeña entrega en el día a día, transparentan a Jesús Resucitado, transmiten el Evangelio siendo la familia de los huérfanos del internado, acompañando en la soledad a un enfermo más allá de su atención en el dispensario o secando las lágrimas de una mujer a la que han respaldado para liderar su comunidad indígena.

En esta cotidianidad, y no en el proyecto apostólico en sí, es cuando el mensaje de la salvación cuaja allí donde ha sido enviado, al propiciar el encuentro con el Dios de la vida tanto en la oración y las celebraciones como en medio de la realidad doliente. Esa es la lección que, sin buscarlo, ofrecen quienes han sentido la llamada ‘ad gentes’ y que se ha traducido en miles de vocaciones de las Iglesias jóvenes, tal como muestra Vida Nueva. Y esa es la pasión que el Papa busca ahora de todos y cada uno de los bautizados, con una mirada especial al laicado de los países con un catolicismo de viejo cuño, que parece adormecido frente a la galopante secularización.

A ellos les quiere hacer caer en la cuenta de que son también misioneros, que a ellos les corresponde recoger el testigo en un mundo que vive al margen del hecho religioso. Ellos tienen la misión de ser minoría creativa al estilo de Emaús, que prime la escucha y el encuentro en un caminar juntos, situando al otro en el centro, y que lance una propuesta vital convincente, alternativa a la globalización de la indiferencia, a la sociedad del descarte y a una economía que mata. Pero, no como portavoces de un humanismo filantrópico, sino como abanderados y portadores de la Buena Noticia de Jesús, que ha de anunciarse sin complejos, pero sin imposiciones. No hay más misterio en esa Iglesia en salida que propone Francisco.

Desde ahí, cualquier plan de evangelización se convertirá en una herramienta más que necesaria, pero de poco servirá si no prima el testimonio personal de vida. O lo que es lo mismo, este Mes Misionero Extraordinario únicamente dará su fruto en la medida en la que cuaje una conciencia apostólica que impregne cada palabra, cada gesto. Ser extraordinarios en lo ordinario.

Lea más: