El segundo mandato de Donald Trump como presidente de Estados Unidos abre un período de incertidumbre global, precisamente por las certidumbres irrefutables de las que alardea el multimillonario republicano. Los cerca de doscientos decretos que ha firmado en las primeras horas de su regreso a la Casa Blanca ponen de manifiesto no solo su empeño en multiplicar la polarización y crispación en todas las esferas de la vida pública, sino que materializan una merma en la defensa de los derechos y libertades de los seres humanos.
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Decisiones como cerrar a cal y canto la frontera con México, abandonar la Organización Mundial de la Salud o dar un portazo al acuerdo de París contra el cambio climático es mucho más que un golpe de efecto populista que pone en juego la vida de millones de personas.
El mesías
A la vista está que la reestructuración global que ya ha puesto en marcha Trump trasciende los bloques de la Guerra Fría, para generar un nuevo ‘statu quo’ que poco tiene que ver con el humanismo cristiano, por mucho que haya quien todavía defienda, de una manera u otra, a quien se presenta como el mesías garante de los valores occidentales.