Editorial

Los otros nazarenos

Compartir

Por segundo año consecutivo, el coronavirus arrasa con todos los actos públicos de piedad popular vinculados a la Semana Santa. Al menos, esta vez, la pandemia da un respiro en algunos lugares para la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de forma presencial en los templos, aunque con las correspondientes limitaciones sanitarias.



De nuevo, supone una llamada a vivir lo esencial del que es el tiempo litúrgico más relevante para la vida de los cristianos, un momento para mirar hacia dentro aún más si cabe, para acompasar el paso con el del Nazareno, que entrega su vida ante sus amigos, que se arrodilla ante los que sufren y que se ofrece en sacrificio en su camino al Gólgota.

Esta peregrinación interior solo tiene verdadero sentido si supone comprometerse con lo que sucede a nuestro alrededor. Porque hacerse uno con el Crucificado implica identificarse con todos aquellos que en estos días son incapaces de llevar a cuestas el madero de la enfermedad, del duelo, de la ausencia del trabajo, de la violencia… Para llorar con ellos, pero, sobre todo, para compadecerse.

‘Padecer con’

No con una actitud de empatía inmóvil, sino precisamente para que esa ternura que despierta el dolor del otro sea una llamada a la acción, a comprometerse con su historia para transformarla, para ser Pascua en la vida de los demás. Solo así ese compadecer se traducirá en un ‘padecer con’.

Es la lección que están ofreciendo estos días esas hermandades que han visto anulada la máxima expresión de su fe, al prohibirse que las imágenes que veneran puedan salir a las calles y plazas españolas. Sin embargo, esto no ha impedido que procesionen de otra manera, sin capirotes ni bandas musicales, al rescate de tantos nazarenos castigados por una crisis sanitaria, económica y social que multiplica sus caídas.

Así, se constituyen en cofradías en salida, ya sea a través de la distribución de alimentos, del acompañamiento de enfermos y mayores, de la colaboración en programas de empleo, de la acogida a familias desestructuradas… O en el acompañamiento en el trance más trágico, en ese Viernes Santo que han atravesado tantas familias en cualquier día del calendario, tal y como demuestra el servicio prestado por la Hermandad de la Sangre de Cristo de Zaragoza.

Que esta entrega de tantos cristianos de a pie que sostienen estas realidades laicales, cuestionadas en ocasiones por todo lo que envuelve al mundo cofrade, sean ejemplo de cómo afrontar esta Semana Santa del desconcierto, una invitación a saber encauzar lo inesperado e inoportuno, las decepciones y fatigas, el miedo y la vulnerabilidad, hacia la entrega a esos Cristos llagados y atrapados en una permanente estación de penitencia.

Lea más: