Editorial

Los funerales: oportunidad ganada… o perdida

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El obispo de Huesca, Julián Ruiz, ha firmado un decreto para que se eviten discursos biográficos de elogio y cartas de despedida en los funerales. Estas consideraciones no difieren de las existentes en Madrid o Sevilla, pero han propiciado revuelo al abordar una cuestión de alta sensibilidad en un tiempo en el que la desconexión entre la ciudadanía y las celebraciones litúrgicas se recrudece.

No todo vale bajo el paraguas del réquiem, pero no se concibe aterrizar estas orientaciones sin una mirada pastoral. Si de verdad se quiere acompañar desde la fe a una familia, no cabe actuar a golpe de ley a pie de sacristía. El decreto gozará de legitimidad en tanto que el sacerdote se vuelque con la familia del fallecido para preparar la ceremonia, buscando los cauces de participación, mimando la homilía y siendo cauce de consuelo después de la misa. Sin esta implicación, el cura se reducirá a un mero administrador de sacramentos y a un ejecutor canónico. Hoy por hoy, un funeral puede ser una oportunidad ganada o perdida para contagiar a los alejados de ese “anuncio gozoso y confiado de la vida eterna y la esperanza en la resurrección” que busca la normativa oscense.

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