El pasado miércoles 10 de diciembre, el cardenal emérito de Caracas, Baltazar Porras, vio vulnerados sus derechos más básicos después de que el régimen de Nicolás Maduro le impidiera su salida de Venezuela desde el aeropuerto de Maiquetía. Después de permanecer retenido y sufrir un trato humillante, además le fue requisado el pasaporte.
- ¿Todavía no sigues a Vida Nueva en INSTAGRAM?
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Esta es la particular venganza aplicada por parte del autócrata a un pastor que siempre ha sido voz de denuncia ante los atropellos contra las libertades y la dignidad de la población, buscando el equilibrio en sus palabras para no alentar ni la violencia ni la fractura social. Se trata de la enésima tropelía contra Porras.
Asfixia permanente
No hay que olvidar que el líder bolivariano congeló durante cuatro años y medio el plácet a su nombramiento como arzobispo caraqueño y solo dio el visto bueno cuando ya había cumplido los 75 años preceptivos para jubilarse. Además, recientemente, fue acusado falsamente de impedir la canonización de José Gregorio Hernández. Lamentablemente, estas represalias son la nada en comparación con la asfixia permanente a la que son sometidos los venezolanos, principales rehenes de Maduro.