Editorial

La sinodalidad a fuego lento

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El Sínodo de la sinodalidad ya está en marcha. Aunque la asamblea final se celebrará en octubre de 2023, el papa Francisco ha reorganizado la hoja de ruta hasta llegar a Roma de tal manera que antes se celebrarán otras dos fases –diocesana y continental–. De esta manera, no se llegará al foro con un ‘instrumentum laboris’ precocinado por unos pocos, sino preparado a fuego lento y con todas las manos, el sabor y los ingredientes posibles.



Así, este otoño arrancará la mayor consulta realizada en la historia de la Iglesia. O lo que es lo mismo, los 1.345 millones de católicos que hay en el mundo están llamados a compartir sus reflexiones en el correspondiente documento preparatorio.

El propio Francisco ha manifestado que busca “la escucha real” de los fieles. De poco servirá lanzar este proceso participativo, si luego no tiene correspondencia en la etapa esencial, esa fase local en la que se ha de buscar la mayor implicación posible de todos. El éxito o el fracaso de la iniciativa vaticana vendrá de la capacidad que las parroquias, comunidades religiosas y diócesis tengan para animar y motivar a sacerdotes, religiosos y laicos para involucrarse en un proceso de discernimiento que permita expresarse con libertad, o lo que es lo mismo, con la apertura suficiente para lanzar iniciativas, sugerencias, críticas…

Sin descartar nada y, sobre todo, a nadie, desde la experiencia de los mayores a la frescura de la juventud, desde la cercanía de quienes viven su fe en lo cotidiano a los alejados, e incluso no creyentes, que pueden aportar perspectivas más que pertinentes en un mundo secularizado.

Es esa voz profética de unos y otros la que permite hablar al Espíritu y hacer brotar propuestas, aprovechar oportunidades y vislumbrar desafíos a la luz del Evangelio. En la medida en la que se acalle a quien resulte incómodo o se filtre aquello que no agrada a los oídos, se empobrecerá y pervertirá todo el camino.

La nueva aventura

La sinodalidad se juega de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo. Pero también de izquierda a derecha y viceversa. De Norte a Sur. Y de Sur a Norte, como muestra el trabajo que viene realizando en estos años la Iglesia en América Latina, tal y como certificó el Sínodo de la Amazonía y de la misma manera que se pone de manifiesto en la nueva reestructuración pastoral que está llevando a cabo el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). No en vano, desde Roma han mirado al otro lado del Atlántico para configurar parte del proceso que ahora forma parte de la nueva aventura sinodal.

Solo desde esta reciprocidad transversal y permanente se puede ir configurando un análisis poliédrico que haga posible mirar al mundo con los ojos de un Dios, que es en sí mismo sinodalidad.

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