Europa sigue sin dar una respuesta real y responsable al fenómeno migratorio. Así lo demuestra la crisis propiciada por Turquía, al abrir las fronteras para que los refugiados sirios lleguen hasta Grecia. El Gobierno turco argumenta ser incapaz de contener a los 3,6 millones de desplazados en su territorio.
El acuerdo, sustancialmente económico firmado hace cuatro años entre la UE y Erdogan para contener a los refugiados en el país puente con Asia, se ha traducido en un parche que ha acrecentado el problema. Es más, Erdogan está utilizando a esta población vulnerable como arma de presión, instando a Grecia a abrir sus fronteras y “liberarse de la carga” para generar una avalancha migratoria en Europa.
Resulta inadmisible que los 27 países no sean capaces de articular medidas básicas que, simplemente, hagan realidad el Pacto Mundial sobre Migración. Resulta complicado concienciar a la población de que el refugiado no es un enemigo, sino un hermano y una oportunidad, si los estados miembros de la UE no sitúan a la persona por encima de los muros en una política migratoria humanizada y humanizadora. Ni se la ve ni se la espera. No con un programa humanizador