Editorial

Jubileo de los Jóvenes: el encuentro que transforma

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Del 28 de julio al 3 de agosto, Roma ha acogido el acto más multitudinario de los agendados en este Año Santo. El Jubileo de los Jóvenes ha acogido a más de un millón de peregrinos, convirtiéndose en el primer evento multitudinario de León XIV en sus tres primeros meses de pontificado.



Cada vez que la Iglesia cita a la juventud, suele afrontarse desde fuera y desde dentro como un termómetro para calibrar su capacidad de atracción. A la vista está, por la masiva respuesta de los 146 países presentes, que estas iniciativas continúan siendo un apoyo necesario dentro de los procesos pastorales abiertos en diócesis, congregaciones y movimientos.

La puesta de largo del Papa agustino en lo más parecido a una Jornada Mundial de la Juventud ha permitido vislumbrar y constatar algunas de sus intuiciones respecto a las nuevas generaciones de católicos a quienes tenía enfrente. Tanto en la vigilia como en la eucaristía y el ángelus que presidió, León XIV lanzó un mensaje eminentemente cristocéntrico, con la relación cotidiana con Jesús como eje en la vida de todo cristiano y de toda esperanza. “Mantengámonos unidos a Él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa”, subrayó en la eucaristía de envío.

Justicia, paz y bien común

Sin embargo, frente a la tentación de perderse en una religión descarnada, que se lamenta de este valle de lágrimas, al tiempo que se desvincula y mira para otro lado de los problemas de la humanidad, Robert Prevost quiso recordar cómo la fe exige involucrarse en la defensa de la justicia, la paz y el bien común.

Jubileo de los jóvenes en Tor Vergata

Y no solo porque hiciera un llamamiento a los presentes a no dejarse embaucar por el consumismo o por un uso errado de las nuevas tecnologías. Al hacer presente el calvario que atraviesan los jóvenes de Gaza y de Ucrania, además de otros lugares castigados por la guerra, León XIV instó a sus interlocutores a implicarse en la transformación de su entorno más cercano y lejano: “Mis jóvenes hermanos y hermanas, ustedes son el signo de que un mundo distinto es posible, un mundo de fraternidad y amistad, donde los conflictos se afrontan no con las armas sino con el diálogo”.

Esta vía del encuentro personal con Cristo, que se traduce un compromiso personal y colectivo para hacer realidad las bienaventuranzas, es la que permite lograr ese otro sueño que el Papa formuló en la eucaristía de Tor Vergata: “Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos”. La Iglesia tampoco se puede conformar con menos en su pastoral con jóvenes de vuelta de este Jubileo.