El 18 de diciembre de 2023, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicaba ‘Fiducia supplicans’, una declaración que abría la puerta a bendecir a cristianos que mantienen una relación que la Iglesia considera “irregular”, como los divorciados, los homosexuales o quienes conviven sin haberse casado. De inmediato, el ala eclesial más reaccionaria orquestó una campaña de difamación: no solo para tumbar la aplicación del documento, sino para desacreditar al prefecto para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, y deslegitimar, una vez más, la autoridad de Francisco.
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La estrategia para minar ‘Fiducia supplicans’ clonaba la práctica habitual del colectivo reaccionario: generar ruido mediático para intentar hacer ver que su oposición por decreto equivalía a la mayoría de los católicos. Para ello, se sirvieron de expresiones manidas como herejía, blasfemia, traición a las enseñanzas sobre el matrimonio y la familia, apocalipsis woke, lobby LGTBI… Se llegó, incluso, a profetizar un cisma.
A pesar de estas artimañas, la inmensa mayoría de los episcopados del planeta, desde Estados Unidos hasta Alemania, dieron la bienvenida a este gesto de acogida, sabedores de que ‘Fiducia supplicans’no pretendía ni institucionalizar ni equiparar estas relaciones, simplemente encomendar a Dios a las personas para saberse acompañados en su caminar. Tan solo parte los obispos africanos se negaron a aplicarla, con el respaldo del Papa, alentados por las consecuencias penales en sus países.
Tras este alboroto inicial, ‘Fiducia supplicans’ se aplica dos años después sin generar ninguna confusión en el Pueblo de Dios y sin provocar ruptura eclesial alguna. La sensatez, tanto de quien se acerca a pedir la bendición como de quien la imparte, ha prevalecido sobre el escándalo permanente que auguraban los profetas de calamidades.
El cambio de pontificado no ha supuesto una enmienda, ni total ni parcial, a la declaración. León XIV ha avalado esta declaración que Francisco quiso que fuera magisterio ordinario, con las mismas premisas que marcó el Pontífice argentino: bendecir a las personas sin ritualizar.
Bendición
En cualquier caso, tal y como expone ‘Fiducia supplicans’, bendecir “expresa el abrazo misericordioso de Dios y la maternidad de la Iglesia, que invita al fiel a tener los mismos sentimientos de Dios hacia sus propios hermanos y hermanas”. Es más, enfatiza que toda bendición “se transforma en inclusión, solidaridad y pacificación. Es un mensaje positivo de consuelo, atención y aliento”.
Porque toda persona, sin excepción, necesita ser bendecida por Dios. Y Jesús de Nazaret no niega su bendición a nadie, la regala a todos, todos, todos.
