El secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, ha firmado con el ministro español de la Presidencia, Félix Bolaños, un acuerdo que blinda la continuidad de los benedictinos en el Valle de los Caídos, de la escolanía y de la hospedería. Además, se mantendrá el culto en la basílica, y la pretendida “resignificación” para cumplir con la Ley de Memoria Democrática solo afectara a al- gunos espacios de menor relevancia. A todas luces, se trata de un pacto exitoso, teniendo en cuenta que los planes del Gobierno pasaban no solo por expulsar a los monjes, sino, incluso, por desacralizar el templo.
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Sin embargo, la ultraderecha católica –espoleada por la organización Hazte Oír, vinculada a la sociedad secreta El Yunque– ha agitado una campaña para desacreditar el acuerdo, que se ha traducido incluso en un escrache a los obispos a las puertas de la Asamblea Plenaria, personalizando su ira en el cardenal arzobispo de Madrid, que ha ejercido de interlocutor entre Roma y Moncloa. Aunque es solo un lobby minoritario, resulta lo suficientemente ruidoso e influyente como para que el grito de “¡Cobo, traidor!” recuerde peligrosamente a las proclamas de antaño contra el cardenal Tarancón. Peligrosamente.