Editorial

El turismo, un viaje pastoral

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Año tras año, España bate el récord de turistas extranjeros que recibe, con más 2,8 millones de visitantes en 2018, a los que hay que unir los españoles que disfrutan en estas semanas las vacaciones de verano. En total, el turismo aportó 178.000 millones de euros a la economía, convirtiéndose España en el país del mundo donde este sector tiene más peso en su PIB.



Junto al turismo de sol y playa, se han impulsado otros destinos, como el Camino de Santiago, que transitan cada año unos 327.000 peregrinos, o viajes culturales que hacen que la basílica de la Sagrada Familia sea el monumento más visitado. Compostela y Barcelona reflejan el tirón del patrimonio eclesial para cuantos nos visitan. Más allá de la Iglesia como generadora de empleo y de recursos económicos en materia turística, cabe reflexionar sobre todas las posibilidades evangelizadoras que el sector ofrece.

La pastoral del turismo es mucho más que multiplicar los horarios y lenguas de misa en los lugares de costa para atender a los guiris, como coloquialmente se denomina a los viajeros extranjeros. Entre otras cosas, porque no son el único destinatario. Esta pastoral en salida también contempla a la feligresía itinerante que componen los empleados temporales del sector hostelero.

Por eso, amén de la liturgia traducida o de facilitar los horarios a los hoteles, se requiere que la comunidad de estos destinos turísticos se sepa abierta, tolerante, con mirada universal y cercana, que sepa estar atenta y acompañar las necesidades del que viene de fuera. El verano es tiempo de descanso, de poner freno a la actividad cotidiana y, a la vez, contemplar, hacer balance y leer la realidad con una mirada profunda y serena. Y, por qué no, de apertura a la trascendencia.

Este descanso puede presentarse como una oportunidad para que estas parroquias de verano se conviertan en oasis de respuesta para estas búsquedas, a través de voluntarios que acojan y escuchen, sacerdotes que inviten a la reconciliación, comunidades que se abran al ecumenismo y encarnen la universalidad… Se multiplican las posibles iniciativas para hacerse cercano al veraneante y promover una cultura del encuentro con los alejados, propuestas creativas que exigen calidad y profesionalidad como alternativa al turismo de consumo.

Esto conlleva dotar de recursos y mimar toda primera experiencia que pueda despertarse en relación al hecho religioso, sea en un albergue de peregrinos o como guías en un templo. La Iglesia tiene en su mano reactivar esta pastoral para hacer que un verano deje de ser una mera desconexión de la rutina para convertirse en la primera etapa de un viaje interior con un prometedor destino.

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