Editorial

El suicidio no puede ser un tabú

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El suicidio del sacerdote Matteo Balzano, un ingeniero aeronáutico de 35 años, ha conmocionado a la Iglesia italiana. Al mismo tiempo, ha puesto sobre la mesa un tema tabú en los espacios eclesiales. Más allá del respeto a la persona y a su familia, no suele ser habitual que se comunique que un presbítero se ha quitado la vida con la sinceridad con la que ha afrontado lo sucedido la Diócesis de Novara.



Abordar con honestidad un “momento dramático”, tal y como lo ha verbalizado el vicario para el Clero y la Vida Consagrada, Franco Giudice, habla de una Iglesia que se sabe humana, que se concibe frágil, que no tiene problema alguno en compartir que “solo el Señor sabe comprender los misterios más impenetrables del alma humana”.
Matteo Balzano, sacerdote italiano

Soledad letal

Asimismo, la muerte de Matteo Balzano vuelve a ser una llamada de atención sobre el imperativo de situar la salud mental del clero como una prioridad irrenunciable, la necesidad de promover un acompañamiento permanente e integral y de poner todas las herramienta al alcance de las diócesis para forjar comunidades presbiterales que sean familias y ganen todo el terreno posible a una soledad que puede resultar letal.

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