León XIV ha presidido su primera ceremonia de canonización, que ha elevado a los altares a los italianos Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati.
- A FONDO: Acutis y Frassati, nunca dos santos tuvieron tantos “likes”
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Cualquier santo se presenta como un referente en el seguimiento de Jesús de Nazaret. Sin embargo, en este caso, Acutis y Frassati presentan algunas singularidades que, en cierto modo, los hacen más cercanos a una nueva generación de católicos. La Iglesia reconoce en ellos un testimonio de fe comprometida en la adolescencia y en la juventud. En una etapa vital vinculada a las interrogantes y a las dudas sobre el futuro, a un primer discernimiento y a la rebeldía, pero también a postergar decisiones por miedo, comodidad o indefinición, ambos reflejan su apuesta firme de presente por Cristo.
Acutis y Frassati no fueron sacerdotes ni consagrados, tampoco fundaron congregación alguna ni fueron protagonistas de ningún suceso místico extraordinario. Así lo expuso León XIV en una homilía, en la que describió que “la fórmula, sencilla pero segura, de su santidad” se basó en cultivar “el amor a Dios y a los hermanos a través de medios sencillos, al alcance de todos: la Santa Misa diaria, la oración y, especialmente, la adoración eucarística”. Un enamoramiento de Jesús que se tradujo, tal y como subrayó el Papa, en desgastarse al servicio de los demás, conviertiéndose así en “una luz para la espiritualidad laical”.
Canonización de Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis
Santidad millennial
De alguna manera, ambos encarnan a esos “santos de la clase media”, a los “santos de la puerta de al lado” que buscaba impulsar Francisco entre la gente de a pie, para desmitificar la santidad como referente inaccesible y proponerla como aspiración real de todo cristiano.
Además, en el caso de Acutis se suma otro elemento. La proximidad entre la fecha de su muerte, en 2006, y su canonización, con las correspondientes garantías del proceso, ha hecho que el primer santo millennial sea reconocido y reconocible por sus coetáneos. La facilidad que tiene un joven de hoy para identificarse con otro que viste como él y que utiliza un lenguaje perfectamente reconocible –“la Eucaristía es mi autopista hacia el cielo”– le permite ejercer de influencer de la fe aun sin buscarlo. Prueba de ello es el tirón devocional que en pocos años se ha acumulado en todos los rincones del planeta.
El tapiz que colgaba de la Logia de las Bendiciones durante la ceremonia –que muestra a un muchacho de rostro común, con un polo y una mochila a cuestas con una correa que incluye un bolsillo para el móvil– habla del rostro de una Iglesia joven y cercana, en chándal y zapatillas, que reconecta con las mujeres y los hombres de hoy si sabe a Evangelio y es capaz de estar atenta a los signos de los tiempos.