Hay una debilidad en el pensamiento cristiano sobre la violencia de género y esto es un problema, afirma Marta Rodríguez, directora del Instituto de Estudios Superiores sobre la Mujer y miembro del comité de dirección de ‘Donne Chiesa Mondo’. Si queremos ampliar el horizonte y marcar la diferencia, la condena moral ya no es suficiente, debe ir acompañada de una reflexión teológica y pastoral igualmente incisiva y sistemática.
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En el mes en que se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, investigamos las razones de un vacío que debemos comenzar a llenar sin demora. Las cuestiones críticas de la cultura contemporánea sobre esta cuestión deben suscitar una reflexión más madura y consciente sobre la relación entre hombre y mujer también en el contexto cristiano, desde donde pensamos que puede emanar una contribución útil para todos, creyentes y no creyentes.
Esto requiere, dentro de la Iglesia, superar cierta resistencia a abordar abiertamente, no solo desde un punto de vista teológico sino también social, la cuestión de las relaciones de género y las consecuencias en términos de cambio que la perspectiva antropológica cristiana exige hoy con fuerza. Rebecca Cheptegei, corredora de maratón, rociada con gasolina y prendida fuego por su pareja cuando regresaba a casa de misa. Murió pocos días después de su regreso a Kenia desde los Juegos Olímpicos de París.
El Papa Francisco recuerda que el flagelo de la violencia contra las mujeres tiene “raíces profundas que son también culturales y mentales y que crecen en el suelo del prejuicio, la posesión y la injusticia”. Y la Iglesia, como institución, tiene que estar a la vanguardia para ofrecer ayuda concreta a las víctimas a través de obras de caridad, de acogida y de escucha. Pero la conciencia eclesial, señala Lucia Vantini, presidenta de las Teólogas Italianas, sigue siendo débil y, en cualquier caso, “no podemos pensar en remediar la violencia contra las mujeres sin tocar la cuestión del poder en la Iglesia, de su forma narrativa y de su ejercicio práctico”.
Queda todavía un largo camino por recorrer, tanto en la Iglesia como en la sociedad. En este contexto publicamos un monólogo de la escritora Rosella Postorino que dio voz en el teatro a cuatro mujeres bíblicas que fueron víctimas de la violencia machista. Y la reflexión de la poeta y dramaturga Maria Grazia Calandrone que transformó en novela un caso criminal que terminó con una sentencia revolucionaria: Una mujer que mató a su marido fue absuelta porque los jueces no consideraron solo el asesinato, sino también los 20 años de abusos que los precedieron.