Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

Viejos los cerros


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“Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro y a veces lloro sin querer.” Así clama el famoso poeta nicaragüense Rubén Darío, al contemplar el inexorable paso del tiempo.



Continuando en el mundo del arte, Pablo Milanés inicia su canción titulada Años, con el verso: “El tiempo pasa / Nos vamos poniendo viejos / Y el amor / No lo reflejo como ayer”.

De alguna manera, todos vamos asimilando el paso del tiempo y, aunque en nuestro interior luchemos por mantener una actitud juvenil, nuestro cuerpo poco a poco nos irá haciendo patente la realidad de los años acumulados. Quizá no sea una de nuestras metas iniciales ser “viejo”, pero al final reconocemos que se trata de una bendición llegar a ello.

Escuchar más a los mayores

Desde mi perspectiva particular, detecto un preocupante deterioro del respeto a la experiencia y aporte de los adultos mayores en la sociedad actual. Su voz es muy poco escuchada y su presencia en muchos casos, es entendida como una carga extra para la familia. Muchas discusiones se presentan entre los familiares cuando se hacen necesarios cuidados especiales a los ancianos, y a la hora de tomar decisiones, con frecuencia no son tomados en cuenta. Esto me parece un fenómeno reciente, pues al menos, mi generación creció escuchando las historias y frases de los abuelos. Recuerdo las alegres reuniones de familia alrededor de mis bisabuelos y con toda claridad mantengo las recomendaciones de mis padres respecto a las consideraciones y aprecio que por ellos debía tener.

En la Biblia podemos ver cómo, en las tribus del pueblo de Israel, los jefes eran frecuentemente los ancianos, es decir, las personas de probada madurez, quienes además atendían los asuntos organizativos y administrativos más importantes para su pueblo. Incluso, en la Iglesia primitiva, importantes tareas de liderazgo y consejo descansaban sobre las personas de mayor edad y experiencia. Lo anterior, no evitó la aparición de jóvenes líderes; sin embargo, la voz de los ancianos siempre tuvo un gran peso en los relatos evangélicos. Baste recordar en Hechos 5,34 la intervención de Gamaliel “que era doctor de la ley y a quien todo el pueblo respetaba”, ante el consejo de ancianos de Israel, también llamado Sanedrín.

Regresando a nuestra época, te invito a reflexionar sobre la forma en que miras a los adultos mayores, a tus expresiones sobre ellos y en cómo educas a tus hijos al respecto. Si aún te sientes joven, recuerda que en algún momento estarás en su lugar y cosecharás la buena educación que hayas sembrado. Ojalá saquemos mejor provecho de nuestros mayores, de sus tantas batallas peleadas y del gran aprendizaje que por ello han logrado.

Me despido con una expresión que varias veces escuché de mi difunto suegro: “Como te ves, me vi. Como me ves, te verás”. Recuperemos la dignidad y belleza de la vejez.