¡Cristo ha resucitado!
Tu luz no se puede romper.
Tu luz no la hacen doblarse.
Tu luz nunca da miedo.
Tu luz siempre tiene color de paz.
Señor, este año el mundo entero
necesita sentir de verdad tu Resurrección,
porque el mundo se ha oscurecido
con tambores de guerra, aranceles de odio,
antorchas de mentiras, hogueras de deportación,
hasta el pueblo de Tierra Santa
es arrojado a la fosa o al mar.
¡Mundo, escucha! ¡Mundo que cada día
desayunas una angustia! Mundo, escucha:
¡Cristo, ha resucitado!
Ha hecho de la muerte una puerta incandescente.
La más débil llamita de nuestra Fe
rasga la más poderosa oscuridad.
Su luz no se puede romper.
Podrán apagar nuestras voces,
Quemar nuestros libros,
Hacer nuestras noches más oscuras,
pero Tú, Señor, solo hazme
herida encendida por tu luz
porque el amor siempre puede más que la muerte,
el bien es siempre más profundo que el mal,
la verdad llega siempre más lejos que la mentira,
la belleza alcanza siempre más alto que el horror.
Sin levantar la voz ni ninguna espada,
sin privilegios ni integrismos,
sin dar lecciones ni hacer callar,
solo con la pequeña llama del cirio pascual
en la mirada, en la mano tendida,
en las tildes de nuestras palabras.
Tu luz pascual une todos nuestros colores,
todos cabemos en el alba de tu luz.
Señor, este año todos los pueblos de la Tierra
necesitábamos sentir tu Resurrección,
y Tú, amoroso, tierno, considerado,
enciendes nuestra voz para poder decir
con nuestras heridas y corazones iluminados:
¡Cristo ha resucitado!
Y esta luz jamás se podrá romper.