Ramiro Jiménez Cruz, sacerdote de la Arquidiócesis de México
Sacerdote de la Arquidiócesis de México

Tengo Covid-19


Compartir

Asumir este tiempo de enfermedad desde el servicio, es una tarea que nace de la compasión real y que exige actuar de un modo generoso con quien más lo necesita; es cierto que el servicio nos coloque en la respuesta que todo discípulo ha de dar cuando decidió decirle sí a Jesús. Parecería que el servicio se va estructurando de tal modo que se convierte en el brazo organizado de la caridad dedicada por la Iglesia.



En muchas ocasiones el apostolado profundiza no sólo en la acción social, pasando de ser un asistencialismo -que es necesario frente a la inercia de la indiferencia- a lograr tener los elementos necesarios para generar un diagnóstico que busque entender las causas y transformar las consecuencias, en la construcción de un mundo más justo y humanizado.

“Traten a los demás, como quieren que ellos los traten ustedes…”. Es desde ahí donde nace el espíritu cristiano de cualquier apostolado, tratar al otro al modo como Jesús trató a quien le rodeaba.

Ayer fui diagnosticado como positivo de Covid-19, mi cabeza lo entiende, mi voluntad lo asume y mi alma se abandona; pero en mi naturaleza experimenté el insomnio, resultado de muchas preguntas, del destino o el modo como podría desarrollarse este virus en mí; no está mal sentir incertidumbre, no está mal sentir miedo, no está mal dudar; pero tras el desahogo: gratitud.

Hay un tiempo para servir, hay un tiempo para dejarse ayudar; todos somos importantes, pero podemos no ser indispensables; la experiencia de la enfermedad también es un servicio, que purifica las intenciones, que fortalece la voluntad y que nos da una gran oportunidad de poder contemplar en el sufrimiento de nuestro buen Jesús amado, el camino para servirle: acompañando y aprendiendo a estar.

¿Qué hace llevadero el tiempo a un enfermo? La humilde gratitud, el diálogo interior y la escucha de nuestro entorno.

 

Ram Padrenet