Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Salmo de la liberación de Ernesto Cardenal


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Ofrecemos tres síntesis de la poesía mística de Ernesto Cardenal, para animar a redescubrirle. Junto con ‘Cántico cósmico’ y ‘Vida en el amor’ –próximamente–, su Salmo de la liberación es otra materia poética típica de su contemplación de la realidad, la dolorosa realidad de la violencia que en el siglo XX atravesó Latinoamérica. El texto está compuesto con fragmentos del poemario ‘Salmos’, de Ernesto Cardenal en 1964 (Editorial Trotta). Las ilustraciones son obras populares de la Comunidad de Solentiname que fundó Cardenal, publicadas en ‘Evangelio de Solentiname’.

Ernesto Cardenal bendice desde su cama del hospital, en Managua, al obispo auxiliar de esa archidiócesis, Silvio José Báez, tras ser rehabilitado el exministro sandinista de su supensión a divinis como sacerdote por Juan Pablo II. Fecha: febrero 2019

Salmo de la liberación

I

Escucha mis palabras, oh, Señor.

oye mis gemidos, escucha mi protesta,

porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores.

 

Pensaron que vivirían siempre y que siempre estarían en el poder

y les ponían sus nombres a sus tierras,

a todas las propiedades que robaban.

Les quitaron sus nombres a las ciudades

para ponerles los suyos.

 

Somos los desplazados,

somos los refugiados que no tienen papeles,

los confinados en los campos de concentración.

 

Los gángsters nos tendieron una red.

Lloramos en la noche

en la casa saqueada,

pálidos y callados,

esperando que llamen a la puerta

 

En el vecindario no nos saludan,

como si uno no hubiera existido nunca.

Nos insultan en la radio toda la noche,

su propaganda se ríe de nosotros

y nos caricaturizan

 

En tus manos encomiendo mi espíritu.

Ten piedad de mí, Señor, porque estoy en tribulación

mientras ellos están en fiesta

-están brindando.

II

¿Hasta cuándo Señor serás neutral

y estarás viendo esto como un puro espectador?

Despierta.

¡Levántate en favor mío, Dios mío,

en mi defensa!

 

Oye, Señor, mi causa justa.

Atiende mi clamor.

Escucha mi oración, que no son slogans:

yo guardé tus palabras

y no sus consignas.

 

Tú que eres el defensor de los deportados

y de los condenados en Consejos de Guerra,

y de los presos en los campos de concentración,

guárdame como a la niña de tus ojos,

debajo de tus alas escóndeme.

 

¡Oh, Señor,

que sepan ellos que son hombres y no Dioses!

¿Hasta cuándo, Señor, estarás escondido?

Los ateos dicen que no existes.

¿Por qué han de decir los ateos

‘¿Dónde está tu Dios?’?

¿Hasta cuándo triunfarán los dictadores?

Ellos celebran fiestas todas las noches

y nosotros miramos las luces de sus fiestas.

III

Pero Tú le diste a mi corazón una alegría

mayor que la del vino que beben en sus fiestas…

 

Con nuestros oídos lo oímos.

Nuestros padres nos contaron la historia,

lo que tú hiciste con ellos.

 

Eres el defensor de los pobres

porque tú recordaste sus asesinatos

y no te olvidas del clamor de los pobres.

La esperanza de los pobres no fallará siempre.

 

Las palabras del Señor son palabras limpias

y no de Propaganda.

Nosotros no tenemos entrada a su Club,

pero tú nos saciarás.

Cuando pase la noche,

los pobres tendrán un banquete,

nuestro pueblo celebrará una gran fiesta

-el pueblo nuevo que va a nacer.

IV

¡Óiganme todos los pueblos!

Escuchad todos vosotros, habitantes del mundo,

plebeyos y nobles,

los proletarios y los millonarios,

todas las clases sociales:

 

No te impacientes, pues, si ves a uno enriquecerse,

si tiene muchos millones

y se acrecienta la gloria de su casa

y es un Hombre Fuerte.

La vida no se puede pagar con dinero.

En la muerte ya no tendrá ningún gobierno

ni ningún Partido.

 

No te impacientes si les ves hacer muchos millones.

Sus acciones comerciales

son como el heno en los campos.

No envidies a los millonarios ni a las estrellas de cine,

a los que figuran a ocho columnas en los diarios,

a los que viven en hoteles lujosos

y comen en lujosos restaurantes,

porque pronto sus nombres no estarán en ningún diario

y ni los eruditos conocerán sus nombres;

porque pronto serán segados como el heno de los campos.

 

Las grandes potencias

son como la flor de los prados.

Los imperialismos

Son como el humo.

V 

En ti Señor confío.

Te cantaré salmos

Porque me libraste de la mafia de los gángsters,

los poderosos han caído del poder.

 

Yo vi el retrato del dictador en todas partes

-se extendía como un árbol vigoroso.

Y volví a pasar

y ya no estaba.

Lo busqué y no le hallé.

Lo busqué y ya no había ningún retrato

y su nombre no se podía pronunciar.

Ahora su Palacio es un mausoleo.

 

Porque tú eres quien gobierna por los siglos eternos

y oyes la oración de los humildes

y el llanto de los huérfanos

y defiendes a los despojados

y a los explotados.

Te cantaré en mis poemas

toda mi vida.