MIÉRCOLES

Diálogo de tú a tú con Gloria Estefan. Cuando se apagan los focos hasta que llegue el siguiente preguntador, se va a estirar las piernas. En ese momento, Emilio entra por el pasillo. No se han visto en toda la mañana. “¡Bebé!”, suelta ella, acompañado de un pico. No hay trampa ni cartón. Un tándem de cincuenta años. Él la fichó para su banda. Un año después se ennoviaron. Y, al siguiente, casados. Hasta hoy. Mientras me alejo, se cuelan solos los versos de una de sus nuevos temas. “Yo quiero ser el beso que no avisa, la corriente de este río de amor, para el resto de nuestras vidas”.

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JUEVES

‘Dilexi te’ es una realidad. Hay a quien se le empieza a atragantar que los pobres continúen en un primer plano. Pensaban que era solo una moda pasajera. Como la sinodalidad. Como las alfombras levantadas para destapar los abusos. Como la transparencia frente a los cepillos descontrolados. Los procesos se abrieron. Y no para cerrarse.

SÁBADO

Quieren que dimita, porque no se le puede cesar. Pero se niega. Atrincherado para garantizarse un sueldo. Y tal vez, su dignidad. Nadie quiere tirar de la manta, porque saben que si tiran ellos, quizá tire él también. Y no es Ábalos.

LUNES

Presentación del libro ‘Unidad en la diversidad’ (PPC). Colegio Mayor Berrospe. El jesuita Elías López urge a una reconciliación intraeclesial para poder asentar la sinodalidad. A sabiendas de que son muchos los que no solo se han resistido, sino que se han excluido de cualquier consulta, de cualquier iniciativa. Para seguir en paralelo. Porque, a veces, hacer mutis por el foro es la mejor manera de esquinar cualquier auditoría, de evadir cualquier reforma. “O nos reconciliamos, o nos enredaremos en si somos partidarios o no de Francisco y si lo vamos a ser de León”.

MARTES

Colegio Divina Pastora. Es entregarle a un grupo de maestros unas piezas de legos y son capaces de (casi) cualquier cosa. Una locomotora, una flecha y un faro que hablan de misión, de compromiso y de vocación. En tiempos en los que hay quien se acerca al colegio como si aquello fuera una relación comercial en la que se expiden títulos mientras se dejan aparcados a los niños, ellos son capaces de trascender cualquier conciencia mercantilista para dejarse contagiar por la que alguien consideraba “la obra más sublime”.