Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Narrativa vs información


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En su último libro, ‘La crisis de la narración’, el filósofo alemán de origen coreano Byung Chul Han nos pone en alerta de un fenómeno que llamó mucho mi atención. Están desapareciendo de nuestros contextos los relatos sociales que nos dan sentido existencial, los cuentos que nos acompañan en los misterios de la vida, las conversaciones frente a las fogatas que nos imbuían en el misterio, las historias de la familia que nos dotaban de un pasado y nos auguraban un futuro, las anécdotas largas y repetidas con amigos que nos daban pertenencia. Y están siendo reemplazadas por información desprovista de alma, de espíritu e hinchada de consumismo e interés.



La narrativa es el cuento que nos contamos como seres humanos y como humanidad y que, de algún modo, se vuelve un tejido valórico, cultural y espiritual donde podemos ir enhebrando todo lo que nos va pasando y otorgándole un poco más de sentido. Es ahí donde podemos “bordar” las alegrías más profundas, relacionándolas con otras historias que ya hemos escuchado antes, y “coser” las pérdidas” y muertes más dolorosas, reconociendo que no somos los primeros ni los últimos en padecerlas.

Un sentido

La narrativa está preñada de sombras, nudos, secretos y misterios que dan espacio a la imaginación, a la ambigüedad nuestra, a lo impredecible de nuestra conducta y a lo grande y pequeños que podemos llegar a ser. Son los relatos los que nos recorren a lo largo de la historia, dándonos un sentido, un propósito y permitiéndonos ser protagonistas de nuestra propia interpretación del cuento.

Los datos que hoy nos gobiernan y conocen nuestros gustos y comportamientos, incluso antes que nosotros, no son malos en sí, pero han desplazado a la narrativa y la han contaminado con un fin utilitario y de consumo. Ahora se cuentan historias para vender, para venderse, para un “me gusta” en Instagram, prostituyendo su sentido y valor. Algunos políticos, en sus discursos, ya no buscan construir un proyecto de país que los trascienda a sí mismos, sino que muchas veces son guiados por las encuestas, por la opinión y se ajustan a eso.

manos

No es una comunidad

Muchos influencers, con sus videos e historias, no generan comunidad, sino “community”, como sostiene Han, que en el fondo son un conjunto de consumidores, pero no hay vínculos afectivos entre ellos. La pura información nos deshumaniza, separa, empobrece y nos hace adictos a un presente sin contenido. Un despliegue de imágenes, historias, mensajes verborreícos, que nos dejan vacíos, solos y desesperanzados.

Siempre he sido una Quijote y me resisto a rendirme a esta tendencia. Por eso creo que cada uno de nosotros puede ir recuperando, en su medida y contexto, las narraciones que lo constituyeron y crear otras nuevas que aporten a la familia, los amigos y la sociedad en general. Para eso hay que tomar la iniciativa de agendar espacios de “no tiempo” para simplemente juntarse a escucharse y hablar. Ambos verbos son claves y hay que cuidar los ritmos de cada cual para ir enriqueciendo el relato como un “puchero” conjunto. El estilo debe dejar lugar al secreto, a lo insondable, al misterio y recrear “fogatas” gratuitas y llenas de magia.

Nuestros mayores

Es especialmente interesante tener claras todas las historias y cuentos que podemos recuperar de las personas mayores. Ellos son los profetas y revolucionarios de la narración; un tesoro de narraciones que estamos desperdiciando, obnubilados en la velocidad de las redes sociales y el hacer alienante. Sentarse con un té o un café, plácidamente a escuchar sus experiencias y vidas, es una narración vital que vale oro. Está hinchada de experiencias, de luces y sombras, de aprendizajes, de sabiduría que se está perdiendo en la red.

De eso se trata en definitiva, dice Han. Al perder la narración, perdemos la sabiduría y caemos en el tremendo riesgo de despeñarnos por la tontera, la maldad y la ambición de unos pocos que, por manejar datos, se creen dueños el mundo y de la verdad.