Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

Más agua que tierra


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“La tierra vive a merced del agua que suba o baje”, así describió a Tabasco, el célebre poeta nacido en ese estado, Carlos Pellicer Cámara en su famoso poema “Cuatro cantos en mi tierra”.  Y no le faltaba razón, en virtud de las características de su geografía, de su relieve y sobre todo, de las características de su impresionante sistema de lagunas y ríos.



Aunque nací en la Ciudad de México, tuve la oportunidad de vivir algunos años de mi adolescencia en el municipio de Macuspana, y años más tarde, regresé a Tabasco en donde encontré a mi compañera de vida y nacieron mis dos hijos. Después, las responsabilidades laborales me han conducido por varios estados del país, pero si algo me llevé de allí, (aparte de la flor más bella del estado), es su naturaleza indómita, sus selvas y sus ríos, su panorama tan apacible a la vista, pero tan intenso y lleno de vida. Tabasco es la tierra en donde todo puede suceder.

Entre el 2008 y el 2011, mi esposa y yo vivimos en la ciudad de Villahermosa, a la orilla del Carrizal, uno de los ríos que la atraviesan. En temporada de lluvias, se percibía gran tensión en el ambiente de la ciudad. Recuerdo la angustia con la que cada día nos asomábamos a revisar el nivel del cauce del río, rogando porque las barricadas y paredes que lo contenían soportaran el incesante golpeo del agua.

Medidas de prevención

Observando a los vecinos, aprendimos a tomar algunas medidas de prevención, como subir sobre bloques de concreto el refrigerador, la estufa y demás muebles de la planta baja de la casa para elevarlos algunos centímetros y evitar mayores daños ante una eventual inundación. Muchas casas mostraban en su entrada principal costales rellenos de arena con lo que se intentaría detener el agua en su avance. Todos estábamos atentos al estado del tiempo y al nivel de las presas.

Me parece sorprendente que diez años después, la situación siga igual en el sureste mexicano y que las familias deban sufrir los embates de la naturaleza, sin que las millonarias inversiones puedan hacer algo por ellas. En el presente año y en recientes días, hemos podido atestiguar el impacto de las tormentas e inundaciones en las familias no solo de nuestro país, sino de hermanas naciones de Centroamérica. Anegación en medio de una pandemia. Lluvia sobre mojado.

 

A muchos kilómetros de distancia, desde casa y a nuestro modo, hemos seguido de cerca estos acontecimientos con el corazón afligido al contemplar a nuestra familia extensa y amistades salir de sus hogares en medio de la noche a bordo de lanchas y tractores, con el temor de ser saqueados en su ausencia y el dolor de perder sus pertenencias logradas con mucho esfuerzo. 

Ruego por que la solidaridad aparezca en auxilio de las familias que viven estos sucesos. El papa Francisco escribe al respecto que “la solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. En esta tarea cada uno es capaz de dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles. El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la ‘padece’ y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas”. (FT 115)

Es fácil afirmar que todos los seres humanos somos hermanos y hermanas, pero no se debe quedar en mera abstracción, sino que debe tomar cauces concretos. Te animo a buscar los medios por los cuales tu solidaridad se manifieste. Es cierto que las oraciones ayudan, pero tu hermano herido por esta situación requiere de tu intervención generosa y tangible. Si tienes la voluntad, Dios pondrá los medios en tu camino.

Y entonces repetiremos con el poeta:

Agua de Tabasco vengo
y agua de Tabasco voy.
De agua hermosa es mi abolengo;
y es por eso que aquí estoy
dichoso con lo que tengo.