José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Maratón de duelo


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MIÉRCOLES. Toque de atención de la Santa Sede, vía Nunciatura, a pastores varios. Algún que otro obispo despistado se ha olvidado de enviar su aportación caritativa al Óbolo de San Pedro. Ahora que se han saneado las cuentas en Roma…



JUEVES. Funeral telemático por el sacerdote y el laico fallecidos en la explosión de La Paloma. David no era un feligrés más. Ni era casualidad que pasara por allí cuando irrumpió la tragedia. Algo más que compañeros de comunidad. “Una amistad fundamentada en Cristo”, expone en la homilía de las exequias el hermano de Rubén, el cura fallecido. Siete meses después de ser ordenado.

VIERNES. Revisito a Torquemada. Con los ojos de Galdós. En monólogo de Pedro Casablanc. “La usura existirá siempre porque la pobreza es infinita”. El mercadeo material y espiritual no tiene límite. Es un presente continuo. De tanto Torquemada que anda suelto. De tanto Torquemada que uno lleva dentro cuando comercia con los miedos, las inquietudes o el cariño de otros para el beneficio propio. El padre Gamborena, como aquel que busca despertar la conciencia de la gratuidad que podría rescatarle. Voluntad quizá dormida. Quizá desconocida. Nadie sabe a ciencia cierta si hubo conversión final del avaro. ¿Y salvación?

Explosión, calle Toledo, Madrid. Neocatecumenales

SÁBADO. Al párroco de La Paloma no le dan las horas. Porque, para él, son del rebaño tanto David y Rubén como Javier, el albañil que caminaba por la calle Toledo cuando se produjo el escape de gas. Y Stefko, el migrante búlgaro que tenía cita en la oficina de Cáritas de la parroquia. Maratón de duelo para acompañar a sus familias en la despedida. Pero también para visitar a los heridos.

DOMINGO. Nos debe una homilía a los comunicadores. La que Juan tenía preparada para hoy, esa que esperábamos y que el coronavirus ha obligado a posponer. Dios mediante.

LUNES. Encuentro de Omella con los periodistas. Por san Francisco de Sales. Lo sigo de lejos. El cardenal desvela que en 2020 se declararon católicos 440.000 catalanes más que el año anterior. ¿Cambio de tendencia? ¿Rebrote de espiritualidad? Algo se mueve.

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