Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

Liderando


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La palabra líder tiene varias formas de entenderse, desde el ser una persona que ocupa el primer lugar, que va delante de todos, hasta una persona que dirige un equipo, o a un grupo de personas con el mismo objetivo.



En el primer caso, escuchamos acerca de marcas líderes en el mercado, equipos líderes en una competencia o personas que van liderando alguna tabla de posiciones. Muchas personas, aunque no conozcan a detalle algún deporte, logran identificar a los líderes que lo representan: al mejor jugador de todos los tiempos, al campeón de la temporada, a la nueva sensación de la liga, etcétera. Se llega a percibir que ir delante de todos y ser líder, garantiza el éxito y la prosperidad.

Por otro lado, reconocemos grandes líderes de la historia, como Napoleón Bonaparte, Julio César o Alejandro Magno. Los entendemos como personas que lograron encabezar grandes movimientos o conquistas, logrando dejar plasmado su nombre en los libros de historia. Líderes indiscutibles que lucharon por sueños particulares.

Y en el contexto de un país, no faltan los líderes de la vida política, económica y religiosa, que definen el rumbo que la comunidad debe seguir para lograr su prosperidad. Aunque en algunas ocasiones las acciones de liderazgo justificadas por el bien común, resultan buscar sólo el bien particular. Pero eso es otro tema que hoy no abordaré aquí.

De alguna manera, todos deseamos ser líderes y encabezar la lista de las personas con éxito adquirido, deseamos ser los jefes de algo, el poder dar órdenes e instrucciones acordes con nuestra voluntad. El ejercer este tipo de liderazgo, nos da sensación de seguridad, y la percepción de que tenemos algún tipo de poder sobre las personas que nos rodean.

 

Hoy me quiero enfocar en el tipo de liderazgo que se ocupa en las relaciones familiares. Deseo que reflexiones sobre el estilo o la forma en que conviene dirigir a tu familia. Mirando las cosas desde la perspectiva familiar, todos somos de alguna manera líderes, pues somos responsables de conducir nuestra familia en paz y buscando el bien común.  En este escenario, ¿Qué palabras aparecen en tu mente?  Algunos podrán responder: respeto, autoridad, órdenes y obediencia, esperando que el solo hecho de ser instituidos como figuras de autoridad y líderes familiares, genere en automático la humildad de los demás y la obediencia a sus indicaciones. La experiencia nos muestra que cada integrante de la familia tiene sus propios sueños, siendo dueño de sus pensamientos y emociones, desde lo cual habrá resistencia a seguir ciegamente instrucciones del líder. Por ello, el estilo autoritario nunca será el mejor modelo en el contexto general de la familia. Ciertamente, en ocasiones será conveniente hacer valer nuestra experiencia y autoridad en beneficio de la salud y seguridad de nuestra familia, pero en lo general, siempre habrá otras formas de establecer un correcto liderazgo que no implique pasar por encima de las voluntades y sentimientos de los demás.

Finalmente, todos somos líderes naturales de algún grupo, ya sea nuestra familia, nuestro equipo de trabajo, nuestro grupo de amistades, etcétera. Por ello conviene encontrar el estilo correcto para cada ámbito específico. En ese sentido, me gusta mucho la definición de que la persona líder es alguien capaz de guiar e influir en los demás. Y ante ello te pregunto, ¿cuáles son las personas que más han influido positivamente en ti? Esos son tus líderes. Y ahora reflexionemos: ¿por qué razón han sido capaces de guiarnos o influirnos como lo hicieron? Seguramente encontrarás palabras como testimonio, amor, respeto, humildad y servicio. De eso se trata el verdadero liderazgo en la familia. Mostrar con el ejemplo, ser y estar al servicio de los demás, ganarse el respeto mediante la integridad en nuestros actos.

Jesucristo nos regaló un hermoso modelo: el pastor y las ovejas. Un pastor que conoce a todas sus ovejas y ellas lo conocen, un pastor que ama a sus ovejas y no huye ante el peligro sino que sabe defender a sus ovejas, aún con su vida. Cfr Jn 10, 11-15. Llevado al entorno familiar, este modelo implica un diálogo frecuente y profundo en familia, que nos permita conocer las inquietudes, expectativas y anhelos de nuestros hijos y nuestros cónyuges, al mismo tiempo que nosotros nos damos a conocer de una manera más sincera y abierta. El amor a nuestra familia nos deberá motivar a entregar nuestra vida por ella, y esto significa que debemos ofrecerle lo mejor que tenemos, ofrecer nuestro tiempo con paciencia y ofrecer nuestra escucha atenta sin juicios de por medio, mantener nuestra sonrisa y buen humor constante, regalar un verdadero testimonio de servicio y nuestro esfuerzo sincero por mantener el equilibrio y la armonía en nuestro hogar. Entonces, podremos inscribirnos en el grupo de los líderes a quienes les importan más las ovejas que el salario que reciben por cuidar de ellas, de aquellos a quienes les interesa ser mejores personas cada día para ofrecer un mejor testimonio a los suyos, de esos líderes que “no son de este mundo” Cfr. Jn 17, 14-19