El presente artículo ofrece una reflexión teológico-pastoral sobre el vínculo entre la catequesis y la sinodalidad, desde una perspectiva enraizada en la realidad eclesial actual. A partir de la escucha del Pueblo de Dios y del análisis de los documentos eclesiales recientes, se argumenta que la catequesis no puede permanecer ajena al dinamismo sinodal que está renovando la identidad y misión de la Iglesia. Se identifican desafíos concretos y se proponen caminos para una catequesis verdaderamente participativa, comunitaria y misionera.
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Una realidad que interpela
En diversas comunidades eclesiales, especialmente en América Latina, se percibe una profunda necesidad de renovación en los procesos catequéticos, si bien la catequesis ha sido una presencia constante en la vida de la Iglesia, hoy es cuestionada por el contexto de secularización, la multiplicidad de propuestas formativas, y la desafección de muchas personas con respecto a la vida eclesial.
Frente a esta situación, la sinodalidad no se presenta como una moda eclesial, sino como un paradigma de comunión y misión desde el cual repensar toda acción pastoral, incluida la catequesis.
Tal como expresa el Documento final de la XVI Asamblea del Sínodo de los Obispos (Sínodo 2024 en adelante) , numeral 17 indica: “El Pueblo, no es nunca la mera suma de los bautizados, sino el sujeto comunitario e histórico de la sinodalidad y de la misión”, en este sentido, la catequesis ya no puede concebirse como un acto unilateral de enseñanza doctrinal, sino como un proceso en el que todo el Pueblo de Dios se implica, camina, discierne y anuncia.
Como la Comisión Teológica Internacional define la sinodalidad como “el modus vivendi et operandi” de la Iglesia Pueblo de Dios que “manifiesta y realiza su ser comunión en el caminar juntos”, esto implica una transformación en la comprensión de los sujetos de la evangelización: todos los bautizados están llamados a participar, discernir y construir la Iglesia.
Aplicado a la catequesis, esto exige reconocer que no sólo los catequistas o ministros ordenados tienen un papel formativo, el sensus fidei fidelium —ese “instinto de la fe” que poseen todos los bautizados— debe también iluminar el contenido y la forma del anuncio. Como afirma el Sínodo 2024: “Gracias a la unción del Espíritu Santo recibida en el Bautismo, todos los creyentes poseen un instinto para la verdad del Evangelio, llamado sensus fidei” (n° 22), este principio funda una pedagogía catequética sinodal, donde los destinatarios son al mismo tiempo agentes, y donde la escucha y el discernimiento comunitario ocupan un lugar central.
Desafíos concretos: tensiones y oportunidades
El tránsito hacia una catequesis sinodal enfrenta resistencias estructurales y culturales que se han arraigado a lo largo del tiempo, uno de los desafíos más evidentes es la persistencia de modelos verticales de enseñanza, en los que el catequista se presenta como único poseedor del conocimiento y los catequizandos como receptores pasivos (herencia de la cristiandad: modelo vertical vigente).
Esta forma de entender la catequesis contradice el principio eclesiológico de corresponsabilidad y participación que la sinodalidad propone. Además, limita la emergencia del sensus fidei del Pueblo de Dios, empobreciendo el dinamismo espiritual y formativo de la comunidad.
A ello se suma la fragmentación de la acción pastoral en muchas parroquias y diócesis, la catequesis se desarrolla, muchas veces, desvinculada de la liturgia, la caridad y otras dimensiones de la vida eclesial, generando procesos poco integrales y experiencias aisladas.
Esta dispersión refleja una eclesiología parcial que reduce la formación cristiana a la simple preparación para los sacramentos, sin insertar a las personas en un verdadero camino de seguimiento y pertenencia comunitaria. El Sínodo de 2024 señala con claridad que “la conversión sinodal debe ser tangible en las diversas realidades eclesiales” (Cfr. n°9).
Por último, se advierte una baja implicación de las familias y un escaso reconocimiento de los diversos carismas laicales en la tarea catequética, a pesar de que se profundizó y reflexionó el papel del bautizado con sus dones y carismas. En muchos contextos, los padres y madres son espectadores en lugar de protagonistas del proceso de iniciación cristiana de sus hijos.
De igual modo, las comunidades parroquiales no siempre promueven una adecuada formación ni acompañamiento espiritual para los catequistas, esta situación revela la urgencia de una conversión pastoral que permita reconocer y potenciar los dones que el Espíritu suscita en el Pueblo de Dios para el anuncio del Evangelio.
Caminos propositivos: hacia una catequesis sinodal
Ante estos desafíos y otros muchos -de acuerdo al contexto territorial-, una de las primeras tareas es fomentar espacios de escucha activa del Pueblo de Dios, donde la catequesis sinodal exige procesos participativos, en los que niños, jóvenes, adultos, familias y catequistas sean escuchados en sus experiencias, preguntas y búsquedas, la escucha se convierte en criterio pedagógico y espiritual, en una herramienta de discernimiento comunitario que permita adecuar los itinerarios catequéticos a la realidad concreta de las personas y sus contextos culturales, este estilo evangélico de escucha es también una forma de encarnación pastoral del mandato misionero, de una pedagogía eclesial en camino.
En segundo lugar, es necesario asumir con decisión metodologías que integren la conversación en el Espíritu como dinámica fundamental de los encuentros catequéticos, esta práctica sinodal implica orar, escuchar con el corazón y discernir en comunidad lo que el Espíritu dice a la Iglesia, introduciendo esta espiritualidad en la catequesis supone una transformación profunda en la forma de conducir los encuentros, alejándolos del esquema académico para hacerlos verdaderos espacios de experiencia de fe y comunión. Como dice el documento final del Sínodo: “la conversación en el Espíritu ha sido el corazón del proceso sinodal”
Finalmente, se requiere una formación permanente e integral para los catequistas, que los capacite no solo en contenidos doctrinales, sino también en habilidades sinodales: animar grupos, discernir en comunidad, promover la participación y vivir en corresponsabilidad. Asimismo, se deben renovar los órganos de participación pastoral (consejos, equipos de animación) para que la catequesis no sea una tarea aislada, sino parte del dinamismo global de la comunidad, todo esto permitirá pasar de una catequesis de “consumo religioso” a una catequesis de “comunión misionera” , donde cada bautizado sepa que es parte viva del Cuerpo de Cristo.
Volver a la fuente, caminar con el Pueblo
Volver a la fuente es redescubrir que la catequesis es, ante todo, un acto de amor de Dios que convoca, forma y envía a su Pueblo, no se trata únicamente de transmitir una serie de contenidos, sino de iniciar a las personas en el misterio de Cristo y su Iglesia, en clave comunitaria y misionera. En este sentido, la sinodalidad no es una estrategia organizativa sino una dimensión constitutiva de la vida cristiana, que transforma la manera en que nos relacionamos, enseñamos, aprendemos y celebramos, la catequesis debe ser ese espacio privilegiado donde se ensaya y se vive la sinodalidad de forma concreta.
Una catequesis sinodal es una catequesis que se atreve a mirar los signos de los tiempos, que escucha al Espíritu en la voz del Pueblo de Dios, y que se abre a una pedagogía más horizontal, relacional y profética, su objetivo no es formar solamente buenos cristianos, sino comunidades vivas que caminan juntas, celebran la fe y anuncian con alegría el Evangelio, en tiempos de fractura social y eclesial, la catequesis sinodal es una respuesta profética, una pedagogía del encuentro, del discernimiento y de la esperanza.
Este camino pedagógico eclesial será progresivo y por eso el Papa Francisco (Que Paz descanse) indico en su “Nota de acompañamiento” (Esta nota oficializa que es un documento oficial y por ello, no era necesario un documento postsinodal como se realizaba tradicionalmente) indica que “su aplicación necesitará diversas mediaciones” y por ello, necesitamos de fases como de la implementación que estamos viviendo.