Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

La razón pública del abrazo


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Boston pone a toda la ciudad bajo el abrazo de una pareja cristiana, y no es cualquier pareja, sino un pastor y su esposa: Martin Luther King Jr. y Coretta Scott King. El 13 de enero se inauguró el mayor monumento de Boston, un faro para todos. Se trata de un enorme abrazo de 17 toneladas de bronce y casi 7 metros de alto que representa al matrimonio abrazándose. Es un abrazo que expresa el amor esponsal y también su fecundidad en el campo de la justicia social.



Esta preciosa obra forma una puerta bajo cuyo abrazo se invita a pasar a todos los ciudadanos, y ha sido saludado como “el faro de la esperanza de Boston” o incluso su ““estatua de la libertad”. Es una llamada a la alegría del amor, como la que fundó a aquellos dos estudiantes que se unieron para dar sus vidas a la Iglesia y la Justicia.

El Abrazo quiere poner en el centro de la ciudad el compromiso fraternal y el amor que compromete con la justicia, la equidad, la pluralidad y la inclusión social. Lo hace celebrando a quienes mejor pueden representarlo, el matrimonio formado por Martin y Coretta, la estatua celebra que se conocieron en Boston mientras él se doctoraba en Teología en la universidad pública y ella en Música, y ahí forjaron su vocación matrimonial y se conjuraron a entregar fecundamente su vida a la justicia social. En Boston se casaron y dieron sus primeros pasos como familia y activistas por les Derechos Civiles.

El monumento se ha instalado en el centro de la ciudad, en el Boston Common —el primer parque público del mundo—, con cuatro siglos de tradición de reuniones cívicas y donde Martin habló ante 22.000 personas. No es solo una estatua, sino un movimiento de transformación de la ciudad para desmantelar el racismo institucional a través del trabajo en la interacción entre artes, reflexión, políticas y comunidad.

El Abrazo, The Embrace, es la organización que ha patrocinado la instalación del monumento y mueve una amplia estrategia de reconciliación racial y social de la ciudad. Sus tres fundadores son el empresario John English —creador de Kayak—, el pastor presbiteriano Jeffrey Brown —uno de los arquitectos del Milagro de Boston: 29 meses sin homicidios juveniles en la ciudad— y la pastora y periodista Liz Walker. Es un monumento promovido desde la comunidad cristiana y que ha acogido toda la ciudad con entusiasmo unánime: la sociedad herida por la división y depresión se reconstruye desde la razón del abrazo, la ternura y la integración. El abrazo es otra forma de la cruz.

Boston es una sociedad muy desigual: el blanco medio tiene un patrimonio de 247.000 dólares, en comparación con los solo ocho dólares del afroamericano medio. La esperanza de vida blanca es 90 años y la negra solo 60. El 55% de la ciudad no es caucásica.

Una comunidad de amor

La plataforma Embrace sostiene que hay que “superar las narrativas dañinas y basadas en el poder, para alcanzar la creación de una comunidad de amor”. Junto con la transformación de las políticas y las prácticas de las instituciones, confían en las artes y la cultura para reimaginar la sociedad que pueden ser. Nada cambia si primero no ha soñado cómo puede ser.

El monumento del Abrazo ha sido resultado de un concurso público al que optaron 126 propuestas de todo el mundo, entre los cuales fue elegido el artista afroamericano de Nueva Jersey Hank Willis Thomas, un creador de proyección internacional —el Guggenheim de Bilbao le dedicó una exposición— caracterizado por su arte conceptual y popular. La obra reproduce imaginativamente una fotografía en la que Martin abraza a Coretta en 1964, al conocer la concesión del Premio Nobel de la Paz al pastor.

Imari Jeffries, directora ejecutiva de Embrace, declaró durante la inauguración de esta convocatoria al amor: “Todos somos ciudadanos del mundo y esa es la promesa del abrazo”. Mientras unos apremian a la desconfianza, la provocación mediática, la ira y la enemistad cultural, hay cristianos que unen a toda la ciudad alrededor del abrazo fraternal de toda la humanidad. Hay una forma de inspirar que une a todos, insufla esperanza y abre al encuentro de profundidad.

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