Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

La Rama


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Llega la nochebuena y en el estado de Veracruz, por las calles de los pueblos, se escuchan las coplas de La Rama: “Naranjas y limas / limas y limones / más linda es la Virgen / que todas las flores”.



De pequeño, me gustaba sumarme a La Rama, para cantar sus versos con los integrantes de su entusiasta grupo de niños, jóvenes y adultos, mientras visitábamos las casas del vecindario con la expectativa de recibir algunos dulces o regalos a cambio de nuestra ruidosa visita.

Cantar con alegría

Era imprescindible llevar una rama de algún árbol de la región (de allí su nombre), adornada con esferas, papel de colores, heno y cualquier otra cosa que destacara su carácter festivo y navideño.  Recuerdo alguna ocasión haber elaborado una Rama tomada de un framboyán (árbol tropical muy frondoso), la cual forré con algodón para que tomara un aspecto invernal, y luego le colgué muchos farolitos de colores, globos y esferas. El resto era juntar amiguitos armados de latas y panderetas para cantar las coplas con singular alegría. 

De joven, pude observar Ramas muy bien presentadas y armonizadas con guitarras, arpas, güiros y panderetas. Tuve la oportunidad de verlas en poblaciones como Orizaba, Córdoba, Coatzacoalcos, Cuichapa, Minatitlán y Veracruz. En algunas poblaciones se hacían concursos para premiar a la mejor Rama, y la calificación abarcaba desde el adorno de la Rama y la presentación de los integrantes, hasta el ritmo y armonía de los cantos.

Esta hermosa tradición, fue adoptada en otras regiones vecinas como el Sureste y la Huasteca. Recuerdo que, cuando viví en Tabasco, mi abuelo (veracruzano de nacimiento y de corazón) nos alentaba y organizaba para llevar la Rama, incluso, nos enseñaba sus coplas: “Buenas noches damos / buenos caballeros / a cantar venimos / al Rey de los Cielos”.

Ojalá se pueda mantener esta costumbre, no solo por el acervo cultural que significa, sino también por el espíritu alegre de la Rama, en donde ese arbolito itinerante y adornado, es nuestro corazón anunciando y alabando al Salvador. Es un anuncio alegre y comunitario en donde hacemos partícipes a propios y extraños del gran acontecimiento de la Navidad.

Estoy cumpliendo un año de compartir contigo semanalmente alguna experiencia o reflexión. Agradezco el privilegio de que estas líneas sean leídas por ti. Deseo de todo corazón que disfrutes de la alegría que significa poder tocar el cielo, gracias a que Dios tocó la tierra. Despido este breve artículo con la gratitud que reflejan las coplas finales de la Rama: “Ya se va la rama, muy agradecida, porque en esta casa fue bien recibida”.