La Conferencia Eclesial de la Amazonía, una revelación del Espíritu


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Cuando pienso en el proceso de nacimiento de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, no puedo sino pensar en la imagen de los ríos, en la convergencia de distintos afluentes que comienzan con pequeños hilos de agua, que recorren largas distancias, que van dando vida, y la vida se va ampliando en su expresión cada vez más potente, hasta dar paso a los grandes ríos.



Este camino definitivamente resulta de la revelación del Espíritu Santo, la Ruah, a través del Concilio Vaticano II, el Magisterio de la Iglesia en América Latina, las vidas de tantos y tantas mártires, de miembros de la Iglesia encarnados en medio de la realidad: amándola, sufriendo con los dolores de sus pueblos y de este territorio, pero también haciendo parte de ella, abrazándola con sus luces y con sus sombras.

Así hemos avanzado como afluentes de agua en conexión con la REPAM, que inició hace seis años su camino formal, aunque llevamos casi diez años tejiéndola a partir de las voces de la vida y de la dimensión territorial de la Iglesia, poco a poco, caminando, avanzando.

La periferia ilumina el centro

Sentimos que el Sínodo Amazónico ha sido un impulso de vida en el cambio de perspectiva, donde la periferia se torna en centro sin pretender tomar este lugar; lo iluminar sin dejar de ser periferia, queriendo acompañar al centro para mirar con otros ojos y abrir posibilidades a ‘lo nuevo’. Ese ha sido el camino del Sínodo desde las múltiples y más diversas escuchas territoriales, la preparación –honrando las voces de los pueblos y comunidades de la Iglesia en la Amazonía–, el discernimiento que produjo un Documento final con más de 150 propuestas concretas que no podemos dejar que se queden guardadas, y luego con la exhortación apostólica del Papa, Querida Amazonía, con sus cuatro sueños: social, cultural, ecológico y eclesial.

La Conferencia Eclesial de la Amazonía solo puede ser entendida como resultado de este proceso, como una acumulación de vida, pero también como una respuesta concreta –a la luz la revelación de Dios– a una realidad lastimada, herida, afectada, donde pueblos y comunidades están sufriendo situaciones de injusticia, donde el proyecto de Reino y el sueño de Dios para que tengan vida y vida en abundancia aún está lejano o amenazado, en contraste con tantos otros sitios donde se vive a plenitud la belleza de la diversidad cultural, del misterio de la presencia de ese Dios como ‘semilla del Verbo’, un Cristo encarnado en esa diversidad, y que cada vez va sintiendo que el futuro está amenazado.

Esta conferencia eclesial es, entonces, este acumulado de caminos, posibilidades, vidas, encuentros e incluso desencuentros. Poco a poco se ha ido purificando la intención, es decir, vamos desentrañando con más delicadeza y cuidado lo que Dios nos ha querido decir no solo en estos últimos años, sino en décadas. Y vamos siendo cada vez más conscientes de su voz, de su Palabra, de lo que nos va revelando, y nos hemos ido poniendo en marcha para ir tejiendo el camino del Reino, al que vamos sumando más manos.

Tejer juntos

Aunque sea más difícil tejer con muchas personas, es necesario hacerlo juntos y juntas. Esta Conferencia Eclesial de la Amazonía es eso. Hay muchas propuestas que surgieron del Sínodo Amazónico que no pueden llevarse de manera aislada por las jurisdicciones eclesiásticas o por las iglesias locales o domésticas; tampoco la REPAM puede llevar adelante tareas que podrían poner en riesgo su identidad de red, de ser una plataforma ligera con servicios puntuales de articulación.

Hay muchos emprendimientos que el Espíritu nos ha revelado, que nos supera en dimensión, en institucionalidad, y requieren una visión de largo plazo, sostenida en el tiempo. Pues esto es lo que viene a hacer la Conferencia Eclesial de la Amazonía, y nos pide que purifiquemos la intención de aquellos que se niegan a la ‘metanoia’. Tenemos algunas posiciones que quieren evitar cualquier cambio en un sentido de ‘conservar’, pero también tenemos posiciones que quieren evitar cualquier cambio en un sentido o de defender una visión unívoca; esto lo vivimos en el Sínodo y no da espacio para el Espíritu Santo. La Iglesia es diversa, es como la primera carta a los Corintios, con la imagen del cuerpo, de cada parte en la complementariedad.

Esta Conferencia es una invitación a lo nuevo, a lo inédito, a ir avanzando incluso más allá de lo que estos últimos años hemos considerado como esencial: la ruta del sínodo. Es tiempo de que los nuevos odres den espacio al vino nuevo, manteniendo y cuidando todos aquellos otros procesos que complementan y que convergen. Esta Conferencia Eclesial de la Amazonía va a dialogar con la REPAM, con la CLAR, con las Cáritas, con las iglesias locales, con otras instituciones, y también hará parte del CELAM, vinculado de manera orgánica, pero con autonomía.

Un organismo con estatura

Creo que es muy claro que el Sínodo nos está abriendo nuevos caminos y nos pide valentía para emprender nuevos caminos. Esta Conferencia expresa eso: es una Conferencia, no es una comisión; por lo tanto, tiene una gran estatura en cuanto identidad orgánica, peso propio, capacidad de impulsar procesos frente a lo que el Sínodo nos ha dado como frutos. En este sentido, atención a esa identidad.

Por otra parte, es eclesial, no es una estructura solamente episcopal, pero también lo episcopal hace parte de lo eclesial. Recuerdo que la Episcopalis communio invita a los pastores a ir a veces delante, a veces en el medio, a veces detrás del pueblo, a reconocer en el ‘sensus fidei’ del Pueblo de Dios la capacidad de revelación de Dios a través de su modo de creer.

En este sentido se abre paso a esta Conferencia Eclesial que da espacio con una condición de igualdad y que irá evolucionando también a nivel estructural, orgánico y estatutario, para que haya una participación más amplia.

Eclesialidad inédita

Lo eclesial aquí se expresa con una presencia inédita de tres representantes de los pueblos originarios dentro de la conferencia, de las instituciones claves de la región y del territorio –como ya hemos dicho–, también con representaciones laicales como la secretaría ejecutiva de la REPAM, con delegados obispos de las siete conferencias episcopales en territorio amazónico –y en el caso de Brasil con dos delegados–, y con las instancias promotoras que son el CELAM y la REPAM, a través de sus presidencias acompañando este proceso.

Hemos tratado de abrazar y asumir el planteamiento de la diversidad del Sínodo amazónico ofreciendo un vehículo concreto en medio de la pandemia que está devastando tantas vidas, sobre todos de los pueblos originarios más vulnerables, pues muchos intereses económicos particulares están explotando más que nunca el territorio y amenazando la vida de los líderes de las comunidades. Hoy más que nunca esa Iglesia que se comprometió a ser aliada, necesita equiparse, tener vehículos, una canoa para navegar esta agua, que sea adecuada a las corrientes de los ríos del gran Amazonas.

Voz profética

Esta conferencia quiere ofrecer eso; encontrará el modo de articularse de múltiples maneras; será un proceso paulatino que intenta abrazar las novedades del Sínodo amazónico; propuestas desafiantes, complejísima, enormes, como puede ser la Universidad Amazónica, o avanzar y desarrollar una propuesta de rito amazónico en diálogo con las instancias respectivas del Vaticano, el acompañamiento a experiencias, y procesos nuevos alrededor de la ministerialidad, potenciar una voz profética de incidencia movilizando las estructuras de la Iglesia. ¡Todo esto es lo que la conferencia quiere!

Hay que dar tiempo y espacio a que esta conferencia vaya madurando. Hemos dado un paso en este momento, que es confirmar con la Iglesia del territorio, en su más amplia diversidad y con la presencia de organismos de la Santa Sede, una propuesta que tiene que ir al papa Francisco, a las instancias respectivas que él considere, para su aprobación. Poco a poco se irá estructurando, intentando que pueda ser una verdadera respuesta de vida y de esperanza, en medio de esta pandemia que está marcando un antes y un después, un hito global humanitario, donde esta vivencia que creemos que es un gesto de esperanza y de vida, pueda también ser símbolo para otros biomas, para otras regiones y otras realidades, de una verdadera sinodalidad.