José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Josele, el sinvergüenza


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LUNES

Me acerco a la puerta de la Conferencia Episcopal. No sé si llegarán a medio centenar. No andan muy revueltos. Una mujer comienza a gritar, pero no parece que tenga mucho eco en su proclama. Quizá porque no han avistado ningún alzacuellos. Paso sin pena ni gloria entre el grupo, hasta que un hombre con una cámara de fotos en su cuello me reconoce: “¡Josele! ¡Tú eres el Josele! ¡Sinvergüenza! ¡Traidor! ¡Rojo!”. Añádanse todo lo que quieran y que les venga bien. Con su objetivo empieza a disparar, como siquiera intimidarme habiéndome cazado para recolocarme luego quizás en una portada del Pronto. Difunta. Me lo tomo con humor. Entro. Terminada la apertura de la Plenaria, salgo de nuevo. Ya no es hora punta en la protesta. Pero mi ‘hater’ me espera. No le había avistado porque antes otra mujer me agitaba una bandera de España: “¡Masón! ¡Vas a ir al infierno!”. No me lo tomo a mal, tal vez porque allí la vuelva a ver compartiendo brasas.



Es entonces cuando el anciano reaparece con más fuerza que un huracán, que diría Melody. Una diva es valiente, poderosa. Me acompaña calle abajo haciéndome burla y repitiendo ese “Josele” como si me quisiera intimidar o amedrentar. Le aclaro que no soy del medio que me adjudica. Y le hago plenamente feliz: “¡Vida Muerta! ¡Vida Vieja!”. Él, feliz, encantado de darme candela. Yo, a lo mío, agradeciéndole la atención prestada. Más que los malpagados en los ‘callcenter’ que te suplican que les puntúes en la encuesta de satisfacción. Me lo tomo con humor.

Protesta_CEE

No me siento mártir ni lo pretendo. Pero a medida que me alejo, pienso en quién alimenta la ira. No la discrepancia, la ira. En redes sociales. En determinadas sacristías. En tuits mitrales. Quien formula el argumentario desde su despacho y desde su ambón, se queda tranquilo sabiendo que nunca se le condenará como autor intelectual y se desentenderá de la masa cuando no apunte solo con el objetivo de una Nikon.

MARTES

Laura me pregunta si soy más emocional que racional. No sé si lo hace a modo de trampa. “¡Racional!”. “¿Seguro?”. De inmediato, me voy al otro polo. Tampoco le convence. Pienso que busca enredarme todavía más en mi introspección exprés. “Te veo una persona equilibrada”. ¡Josele!

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