Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Indignado y triste por unos euros


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Me pongo a escribir después de haber leído que ciertos individuos, disfrazados de guardias civiles, han asaltado y robado a dos joyeros que transportaban las joyas destinadas a la boda de dos celebridades.



Escribo movido por una mezcla de indignación y tristeza. ¿Por qué? ¿Me indigna y entristece el hecho del asalto en sí mismo? Ciertamente; un asalto a mano armada, un robo con violencia y amenazas no me deja indiferente; no estoy de acuerdo, protesto…

Pero, sinceramente, me indigna todavía más el saber que una pareja está gastando dos millones de euros –en eso parece que están valoradas las joyas– en adornarse y en regalos para distribuir a los asistentes. No quiero ponerme a calcular lo que costará el vestuario de los novios, el banquete, la fiesta, las fotos y vídeos, el hotel para la noche de bodas y la luna de miel.

¡Ah, se me olvidaba!, hay que añadir lo que los novios habrán pagado a la parroquia donde se ha celebrado el enlace, porque, al parecer, la boda era “por la Iglesia”. ¡Quién sabe si el cura, pesetero, representante de una Iglesia avarienta y ansiosa de dinero, habrá osado pedirles 100 o 200 euros por la ceremonia!

Me perdonarán la ironía, pero es que indigna que haya personas (y no me refiero a los contrayentes de esta boda, que no les conozco) que exclaman o, incluso, ponen el grito en el cielo porque la Iglesia “cobra” tal o cual cantidad por un sacramento.

Contribuir sin aranceles

Yo soy partidario de suprimir los famosos “aranceles” o tarifas por bautismos, bodas, entierros y otros servicios eclesiales, como hizo hace casi 50 años el cardenal Jubany en Barcelona. “En esta diócesis se han suprimido todos los aranceles; le invitamos a que, según su generosidad y sus posibilidades, contribuya al mantenimiento de la Iglesia”. Así rezaba –palabra más, palabra menos– el escrito que leía todo el que llegaba al despacho parroquial.

Puesto que la ceremonia religiosa es, supuestamente, lo más importante del matrimonio, ¿no podríamos proponer a los contrayentes hacer una donación voluntaria equivalente al 10% del gasto total de la boda? Ya imagino que está usted sonriendo, querido lector. Es utópico, pero sería lo más justo. Quien no gasta nada, que no dé nada. Y los que gastan mucho, que den mucho.

Pero, finalmente, ¿no es indignante y triste, con la que está cayendo en el mundo, que alguien gaste millones de euros en una boda?

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