Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

Hablando se entiende la gente


Compartir

“Ni se achicopale ni arme argüende, mejor prepare su itacate a los chilpayates, y haga de tripas corazón; mientras el pipirín no falte, la pena es llamarada de petate”. ¿Me entendiste? ¡Qué de vericuetos tiene el lenguaje y de qué sorprendente forma evoluciona!



El lenguaje hablado (y derivado de ello, el escrito), es una de nuestras principales formas de comunicación y posee la característica de cambiar con el tiempo, generando nuevas expresiones y modificando las existentes. Ciertamente hay palabras y expresiones muy relacionadas a una región específica del país, como “Uay” y “vaya biem” en Yucatán o, “Guacho” y “Sí pues” en Michoacán. En ese sentido, nuestro mosaico cultural ha generado una gran riqueza de vocablos regionales. Es toda una aventura conocerlos.

Modas culturales

Por encima de las expresiones de alguna región en específico, nuestro español coloquial se ve afectado por los cambios y modas culturales. En función de ello, podemos ver con nostalgia como algunas palabras dejan de usarse, como: “jiribilla”, “balín” y “muina”. Observamos que los “pipirisnais” pasan a ser “pirruris” y luego “fresas” y finalmente  “mirreyes”. La “meme” deja de ser un espacio para dormir y ahora un “meme” es una broma audiovisual transmitida en redes sociales. Antes salías con la “palomilla”, después con la “banda”, y ahora con tus BFFs. De ser “pretendientes” pasamos a ser “candidatos” y ahora aspiramos a ser el “crush”. También podemos observar la adaptación del lenguaje en las diferentes comunidades generacionales o tribales de nuestro país. Así, podemos hablar de una generación “X”, muy distinto a una persona “X” o a “X que te importe”. 

Entre tantas opciones, lo que a veces me parece triste, es la tendencia a reducir el lenguaje, usando una misma palabra para nombrar muchas cosas. Por ejemplo, cuando decimos “pásame la cosa esa que está sobre el deese”.  Peor me parece el abuso de expresiones como “wey” o “madre”, asignándolas de manera indiscriminada a personas o cosas respectivamente. También cae en lo inapropiado el excesivo uso de muletillas. Por cierto, ¿Has notado que la palabra “Señor” se ha convertido en muletilla frecuente en las oraciones comunitarias? El valor de una palabra tan significativa como “Señor” va perdiendo su sentido ante el abuso.

La palabra es poderosa, porque transmite y comparte ideas, pensamientos, sueños y emociones. La palabra puede construir y destruir. Dios mismo hace uso de Su Palabra, para comunicarnos su amor e iluminar nuestro camino. Te invito a respetar la palabra, haciendo el mejor uso posible de ella, a enriquecer tu lenguaje y a comunicarte con eficacia. Lo que tienes que decir, siempre es importante, tu testimonio siempre será valioso, permite que sea acompañado de las palabras correctas.